PÁSALO
Cambio de pañales
En este derbi entre Barcelona y Madrid se han arrojado al campo cabezas de cerdo
Un premio Nobel de literatura, Bernard Shaw, en un ataque de lucidez sentenció que los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia… Ambos por la misma razón. La elegancia de su ironía retrata una realidad. Existe una relación directa entre el tiempo que se está en política y la calidad de la política que se perpetra según pasan los días. El poder es tan goloso que el que lo alcanza engorda pese a que se pasa legislaturas y legislaturas corriendo para no perderlo. En esa gimnástica no caben transparencias. Lo máximo permitido son las apariencias. Y de apariencia en apariencia se devoran los días sin que casi nada ocurra. O nos enteramos con sordina que ocurren cosas gravísimas. Hoy se celebran en Cataluña, ese corazón partido, las elecciones autonómicas más generales de España. Me refiero a que nunca antes unas elecciones autonómicas en el principado suscitaron tanto interés más allá del territorio autónomo, salvo para especialistas, tertulianos y empresas demoscópicas. Esas que siempre avanzan lo contrario de lo que va a pasar en las urnas. Esta vez todo es absolutamente distinto. Porque en Cataluña no se elige tan solo una alternativa de gobierno. Se va a votar contra España o a favor de España. Se va a votar, en fin, un derbi entre Barcelona y Madrid cuya previa no ha estado libre de cabezas de cerdo arrojadas al contrario.
La autonomía más endeudada con diferencia, donde la política soberanista ha obligado a migrar a miles de empresas, donde el paro ha registrado cotas inasumibles para una comunidad otrora emblemática, guiada al desfiladero por una clase gobernante tan corrupta como insolvente, secuestrada la razón por el romanticismo supremacista de un ideario tan excluyente como decimonónico, con una sociedad abierta en canal por el rencor político y el odio racial a lo hispano, con colegios públicos adoctrinando a los alumnos en la formación del espíritu nacional catalán, con una hoja de ruta perfectamente estudiada para desengancharse de España a la que, mientras tanto, le imputan todos los males propios generados por la desvergüenza titánica de sus políticas nacionalistas… Esa autonomía, donde el Estado español ha desaparecido de forma inexplicable para volver a asomarse, finalmente y cuando el barco estaba a punto de irse a pique, en forma de artículo de la Constitución, se juega hoy muchísimo. El 155, incluso tan tímidamente aplicado, es el único generador de anticuerpos políticos constitucionalistas que tenemos para abatir a los que entran en la carta magna como bacterias epidémicas destructivas.
Contra todo eso va a votar hoy una Cataluña que, día a día, en la oscuridad del anonimato, a veces detrás de los visillos de la prudencia, otras tantas dando la cara en un ambiente muy hostil; contra todo eso, digo, va a votar hoy esa Cataluña que cree en sí misma, en su consanguinidad hispánica y en su adscripción europeísta. Esa Cataluña que llenó las calles de Barcelona para decirle a los intimidadores y estafadores que ellos también son catalanes con voz propia y que existen para decidir su futuro. Y que no son en absoluto los responsables del descalabro actual: que los que roban son las élites nacionalistas, que los que intimidan son los cachorros hambrientos del activismo extremo, que los que piden los ocho apellidos vascos como prueba de limpieza de sangre soberanista son los otros, que los que proclaman repúblicas virtuales son los que luego huyen a Bruselas, que los que hacen de la mentira un método de autodefensa son los mismos que dieron un golpe de Estado y no fueron capaces de colocar la estelada en el mástil más alto de la Generalidad. A todos estos hay que cambiarles los pañales y de sitio, como decía Bernard Shaw, porque llevan mucho tiempo destruyendo Cataluña. Hoy, pese a que la demoscopia augure un derbi muy igualado, sería deseable que el partido se decantara por los que no le tiran al contrario cabezas de cerdo. Sería un maravilloso mensaje navideño.