COMENTARIOS REALES
Bulos y manipulación
Es penoso que un partido que gobierna el ayuntamiento de Madrid se comporte como si fuera también la oposición
No me gustan ni la expresión «fake news» ni el neologismo «posverdad», porque no hace falta renombrar los bulos y las manipulaciones de toda la vida como si fueran fenómenos inéditos y novísimos. Más bien, lo que deberíamos hacer es rechazarlos vengan de donde vengan, sin reparar en quién los propala y a qué intereses sirven, pues si somos partidarios de la verdad estamos en la obligación moral de impugnar la mentira, aunque ella nos favorezca. Digo todo esto a propósito de la manipulación de la muerte del mantero de Lavapiés y de los bulos que corrieron acerca de una presunta afirmación del poeta Luis García Montero.
No hace falta que reconstruya los detalles del fallecimiento de Mame Mbayé, cuya muerte fue utilizada por canallas que provocaron destrozos y reyertas callejeras con afán de criminalizar a la policía. Mame Mbayé murió mientras caminaba y fue la propia policía la que trató de auxiliarlo en vano tras recibir avisos de testigos que vieron a Mbayé desplomarse solo. ¿A qué vino la perversa difamación contra la policía? Se me antoja penoso que un partido que gobierna el ayuntamiento de Madrid se comporte de pronto como si estuviera en la oposición.
Sin embargo, el bulo sobre Luis García Montero fue muy distinto, porque miles de ciudadanos recibimos por whatsApp un mensaje donde aparecía la foto del poeta sobre un titular que decía «Todos somos Ana Julia Quezada», y a continuación un apócrifo resumen donde supuestamente García Montero habría escrito que la asesina era tan víctima como el pequeño Gabriel por ser «mujer, negra e inmigrante». No pude leer el artículo original hasta el día siguiente, porque el bulo se fue replicando hasta sepultarlo bajo cientos de variantes del mismo bulo. Y el caso es que Luis García Montero jamás sentenció nada parecido a la versión que intoxicó las redes, pues ante las exigencias de venganza y pena de muerte el poeta se preguntó: «¿Todos somos Gabriel? No, somos Ana Julia Quezada». Se podrá coincidir o discrepar con García Montero, pero lo que no debemos admitir es la mentira. Quienes corrieron semejante bulo fueron tan canallas como los manipuladores de la muerte de Mbayé.
¿Por qué algunos se empeñan en retorcer el lenguaje? Porque «construir un relato» suena menos grave que fabricar bulos; porque «cruzar una línea roja» parece más inocente que manipular, y porque «modelar la opinión pública recurriendo a la posverdad» libera a los mentirosos de la cochambre de su vileza. Los eufemismos y melindres del lenguaje son tan obscenos como los bulos, las mentiras y las manipulaciones.
Compruebo que hay demasiados sujetos interesados en intoxicar para crispar y dividir, aunque es mucho mayor el número de espontáneos dispuestos a avivar el fuego de las discordias con la leña de su ignorancia y su sectarismo.