PÁSALO

El brillo de la sangre

El dinero fue siempre más pragmático que un boxeador en la puerta de una discoteca

Exposición donde se revivió la amistad de Murillo y Justino de Neve EFE
Felix Machuca

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Podías ser muy rico. Asquerosamente rico. Tener tierras, barcos, esclavos, ganaderías y concesiones mineras. Podías comerciar con ricas sedas, lacas y exquisitas porcelanas desde el otro extremo del mundo. Pero no eras nadie si tu sangre no brillaba. Si tu sangre no lucía sin un destello infame de contaminación hebrea o mora. No eras nadie si, en definitiva, pese a haber escalado con esfuerzo individual o familiar, las duras y empinadas escaleras de la pirámide social de la época, no lograbas aristocratizar tu linaje. O eras un patricio o no eras nadie, pese a que pudieras nadar en plata de Zacatecas o en oro colombiano. Esos apellidos extranjeros del seiscientos sevillano que se nacionalizan bajo formas tan conocidas como Mañara, Bucarelli, Corzo, Pinelo o Neve, procedían todos del poco decoroso mundo del comercio, donde la aristocracia no ponía las manos para mancharse con el trabajo, dejándolas como en Roma, en el ámbito de acción y decisión de los emprendedores del momento. La nobleza estaba hecha para la espada y para la cruz. Para la coraza y el hábito de Calatrava. El mercader, para sostener aquel mundo sobre su ambición, riesgo, valor y emprendimiento. Siempre con el sueño de blasonar sus apellidos y darle títulos a su linaje. La Sevilla capitalista arranca, para muchos investigadores, de esa época, de ese tiempo donde el dinero llegaba y salía por el río y los mercaderes indianos hacían del Perú, de Nueva España y de las tierras de Nueva Granada su rampa de lanzamiento para alcanzar Eldorado social de su posición: la nobleza.

Sobre Neve se ha marcado una deliciosa exposición el ex director del Archivo General de Andalucía, Joaquín Rodríguez Mateos, exposición que en su día pasó por el vértigo de quedarse inédita pero que, felizmente, ha salido adelante para que entendamos mucho mejor lo que significó Justino de Neve en la vida de Murillo. Eso está perfectamente explicado en la exposición. Por lo que entiendo que abundar en lo mismo no dejaría de ser una pamplina. Yo nunca lo haría mejor que la muestra y de lo que su comisario ha ejercitado con tanto tino y rigor histórico. Pero sí que me lleva a reflexionar sobre lo poco que el hombre cambia en su carrera sin desmayo hacia el prestigio social. Aquellos apellidos extranjeros que amasaron fortunas que a Forbes le haría nublar el entendimiento, ansiaban tanto el oro como el título. Y no fue nunca raro que la hija de un aristócrata venido a menos, consiguiera por matrimonio, lo que ambas partes soñaban. Los venidos a menos, el oro de los comerciantes. Y los comerciantes, la flor inmarchitable del linaje con pedigrí. Si hacía falta, que casi siempre lo hacía, suavizar exigencias legales y borrar manchas genealógicas para alcanzar la nobleza, el poderoso caballero de don Francisco de Quevedo pasaba a la acción. Y ante su poder de convicción y expeditivo proceder, al que vino de tierras gallegas con un ramalazo mosaico en su apellido se le buscaba en los archivos un cristiano viejo que eliminara de su sangre cualquier sospecha. El dinero siempre fue más pragmático que un boxeador en la puerta de una discoteca.

Casi todos aquellos apellidos lograron aristocratizar su linaje. Y muchos de ellos, a través del arte, comenzaron grandes colecciones particulares o bien vistieron las paredes del barroco religioso sevillano con obras encargadas expresamente para iglesias. Cientos de años después, en la Norteamérica de los Ford, JP Morgan, Rockefeller y Vanderbilt, emprendedores todos que construyeron sus imperios personales y el emergente poder yanqui sobre sus enormes fortunas, el fin último no fue ya la aristocratización de la sangre. Pero sí la del dinero. Había que prestigiar sus estatus con, por ejemplo, grandes colecciones de arte o el patronazgo sobre artistas. Uno de aquellos hijos pasó por Sevilla. Archer Milton Huntington. Cargó con media Itálica que hoy puede verse en Nueva York. En la Hispanic Society. Las élites, ya en Roma, Sevilla o Nueva York, siempre aspiraron a embellecer su pedigrí.

El brillo de la sangre

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación