Autobuses colorados

-Piense una ciudad turística del ancho mundo: bueno, pues allí ha puesto en circulación Enrique Ybarra sus autobuses turísticos colorados de dos pisos descapotables.

El mérito del premio a la Trayectoria Empresarial era doble en este caso. Aunque se le daba a un Ybarra, no era por una actividad comercial, industrial o naviera de la familia de la Y de Ybarra, sino por la labor emprendedora de Enrique, que al terminar su carrera y echar el curriculum para una multinacional, cuando le dijeron que no lo colocaban, en vez de quedarse a vivir apalancado de nini en casa de sus padres, del inolvidable Ramón Ybarra Llosent y de Maida Valdenebro, se le ocurrió en vísperas de la Expo montar un arriesgado negocio por su cuenta, con algunos amigos como socios. Había estudiado Enrique en San Francisco y, como buen sevillano, se enamoró de sus tranvías. Y aunque aún estaba muy lejos lo que nos dio de matute Monteseirín como tranvía, ocurriósele poner aquí dos tranvías como los de San Francisco, para que los turistas se pasearan conociendo Sevilla. Así surgió aquella Compañía Hispalense de Tranvías. Con dos tranvías que compró en San Francisco y se trajo de costa a costa americana hasta New Jersey, para embarcarlos a Sevilla y «tunearlos», como diríamos ahora, de autobuses. Les puso dos nombres sevillanísimos a los autobuses con forma de tranvía: «Carmen» y «El Barbero de Sevilla». Y al pie de la Torre del Oro no se le cayeron los anillos a Enrique por ponerse a vender tiques a los turistas para el paseíto por Sevilla.

Igual que el negocio de Mariscos Emilio nació en un canasto de camarones para venderlos por el Parque y Los Cien Montaditos en una pizzería de República Argentina, con aquellos dos ilusionantes tranvías comenzó la gran aventura empresarial de Enrique Ybarra, que ya tiene sus turísticos autobuses colorados de dos pisos descapotables en 115 ciudades del mundo. Y que a los sevillanos, cuando viajamos por ahí, nos recuerdan evidentemente a Sevilla cuando los vemos. A mí me ha pasado en Londres, en París, en Munich, en muchos sitios. Que me he alegrado del triunfo de Enrique Ybarra porque todos hemos visto nacer su negocio en vísperas del 92. Y este es, además, el mérito de su premio. En anteriores ediciones se lo dieron a empresarios ya mayores y esta vez a un joven emprendedor, que con tenacidad, esfuerzo, imaginación y capacidad de adaptación a los tiempos ha creado desde Sevilla para el mundo una empresa que vaya si tiene trayectoria; «largo recorrido», como se dice en tertulianés.

Me encanta, además, que Enrique Ybarra, en vez de querer hacerse funcionario o colocarse en la Junta, como tantos, se hiciera empresario para crear riqueza y empleo. Y me emocionó cómo en su discurso de agradecimiento cumplió con el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, honrando la memoria de su padre, aquel perenne propagandista de Sevilla que fue el gran Ramón Ybarra Llosent. Ya Enrique Ybarra no vende tiques en la Torre del Oro, sino que va a América o al Extremo Oriente para poner en más ciudades sus autobuses colorados de como se diga eso de Saig-lo-que-sea. Pero tiene mucho simbolismo ver siempre uno de sus autobuses colorados subiendo turistas en la Torre del Oro. Allí atracaban los vapores de Ybarra, con la VA de «Vasco Andaluza» en su chimenea. Allí atracan ahora para embarcar turistas los autobuses colorados del emprendedor y tenaz Enrique. En ambos casos, siempre con la Y de Ybarra.