El astronauta soy yo

Que Huerta sea ministro de Cultura y no lo sea, por ejemplo, Carmen Iglesias, ¿es machismo?

Maxim Huerta besa a su madre tras recibir su cartera como ministro de Cultura y Deporte Reuters
Alberto García Reyes

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Los elogios generalizados al gobierno de Sánchez me tienen bastante desconcertado. Porque ninguno de los argumentos de defensa que leo y oigo por ahí me convence de nada. Más bien al contrario. Lo primero que yo veo en su Ejecutivo es una inflación innecesaria de los cargos. Seis ministerios más de los que había para apenas dos años de mando es un dispendio, sobre todo porque cada una de esas carteras genera una lluvia de dedazos que vamos a pagar los españoles. Y, hombre, no es que sea un despilfarro inasumible, pero un mínimo de recato tampoco está de más en un momento como este, aunque sólo sea por dar ejemplo. Pero lo que más me llama la atención es la coincidencia de opiniones en la supuesta calidad del nuevo Consejo de Ministros. El consenso es tan amplio que a uno le da un poco de pudor discrepar. La mayoría casi siempre tiene razón y en este caso, además, los berrinches de Otegi y Puigdemont avalan la decisión del presidente. Porque eso sí lo tengo claro: yo opino lo contrario de lo que opinen esos señores. Incluso de lo que vayan a decir mañana.

Sin embargo, tengo la necesidad interna de desentonar en esta sinfonía. Porque no entiendo casi nada. Me asombra, por ejemplo, el supuesto feminismo que se le atribuye a Pedro Sánchez por haber nombrado más mujeres que hombres. Hay quien habla de logro histórico o del efecto del «8M». Nadie sale de ahí. Se trata el asunto apelando simplemente al dato: once mujeres y seis hombres. Pero, ¿qué mujeres y qué hombres? ¿El feminismo es un número? Todo esto es consecuencia del insoportable relativismo que vivimos, que es la verdadera crisis del siglo XXI. Yo prefiero hablar de capacidades, no de sexos. Porque la igualdad no es pactar un empate, sino dar a todos las mismas oportunidades. Si las mujeres del nuevo Gobierno son buenísimas ministras, genial. Hay que celebrar eso. Pero hablar de este tema recurriendo exclusivamente a una cifra es cosificar al género femenino. Al progreso nunca se llegó por la cantidad, sino por la calidad. Por eso yo habría celebrado el nombramiento de Isabel Coixet como ministra de Cultura. O el de Icíar Bollaín. O el de la catedrática Carmen Iglesias. Se me ocurren muchísimas mujeres mejores que Maxim Huerta, cuya designación me parece un insulto a nuestra Historia. De entrada, hacer ministro de Cultura de España a un antitaurino es como nombrar un Papa ateo. Pero la incultura ha cosechado mucho poder en nuestra sociedad moderna, que presume más que nunca de estar muy formada, pero que está extraordinariamente desinformada. Los animalistas desconocen la Fiesta. Y en la misma medida en que se ama lo que se conoce, se odia lo que se ignora. Discutir con ellos es imposible. Así que, venga, el señor Huerta es un gran escritor y Pemán era un facha. Lo siento, pero no trago. En el Gobierno de Sánchez hay nombres de mucha enjundia y también insoportables bacaladas. Y ahora que tenemos a Pedro Duque de ministro me planteo, sinceramente, si el verdadero astronauta soy yo, que no estoy en la órbita.

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