LA TRIBU
Arranque y pistoletazo
Ya sólo falta que digan un día: «Los jefes de Estado dan el pistoletazo de salida para el desarme mundial.» Qué horror
Entonces, cuando manejábamos muchísimas menos palabras, decíamos que el toro se arrancó desde la mitad del cerrado y se vino hacia nosotros. Entonces, cuando los niños no teníamos televisión y estábamos rodeados de personas menos formadas que hoy, en la calle, un camión que había parado para descargar, cuando el ayudante le metía la guía por un agujero por el morro, entre los faros, el coche, tras varios intentos, arrancaba. Entonces, cuando los hombres no manejaban más términos que los que usaba su tribu, un chaval en el campo o en el juego arrancaba una macolla de verde; y si a la taberna había llegado un buen aficionado al cante y tras unas copas con los paisanos se había entonado bien por fandangos de Huelva, los hombres contaban: «Mira, y aquel tío cogió una copa de vino, se la bebió de un trago y se arrancó por fandangos y nos dejó helados a todos; vaya cómo cantaba…»
Entonces, cuando las cosas se pronunciaban con nombres y verbos sencillos, la función del cine empezaba a las nueve de la noche; y la misa mayor del domingo empezaba a las diez de la mañana; y las Cruces de Mayo empezaban el jueves del Corpus; y empezaba a amanecer cuando el sol despuntaba por el alba; y el recreo empezaba a las once y acababa a las once y media… Entonces, todo tenía un principio y un final y quedaba reflejado en dos verbos muy conocidos, empezar y terminar o empezar y acabar. Incluso en la hora última de las personas estaba presente el segundo verbo: «Está acabando…» Hoy, con diccionarios en casa, en el móvil, en el ordenador, muchos profesionales de la televisión —y de todos los medios, pero más en televisión—, se trate de la llegada de la primavera, de la temporada de esquí, de la feria de cualquier pueblo, de un desfile de moda, de una comida benéfica, de lo que sea, nada empieza, todo arranca, y así nos lo anuncian en la pequeña pantalla de la tele: «Arranca el torneo de tenis; arranca el partido de fútbol; arranca la rueda de prensa; arranca la reunión de ministros; arranca la operación salida…» Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro, por lo que se ve, es arrancar. Y dejo el verbo arrancar y me voy con su hermano el chico de las pistolas: «El alcalde dio el pistoletazo de salida para inaugurar el alumbrado de la feria; mañana es el pistoletazo de salida para el final del curso escolar; el concejal de Deporte dio el pistoletazo —ni siquiera el flechazo— de salida para la prueba de tiro con arco; mañana, a las diez, el pistoletazo de salida de la manifestación…» Ya sólo falta que digan un día: «Los jefes de Estado dan el pistoletazo de salida para el desarme mundial.» Qué horror.
antoniogbarbeito@gmail.com