La tribu
Volcán
Sabemos mucho del volcán, pero bastará que mañana la televisión cambie la cartelera para que empecemos a saber más que nadie de lo que sea

POR bandazos. Funcionamos según la televisión nos agarre o nos suelte, nos empuje o nos abandone. A fin de cuentas, somos papel suelto al capricho de los vientos de la noticia —sálvense los firmes, los inmutables—, y lo mismo nos arrinconan que nos elevan a ... los cielos de la tolvanera. Ahora toca dirección del volcán, como hace unas semanas tocó dirección de incendios forestales, como en otras fechas tocó desaparición de alguien o de un crimen horrendo. Por bandazos. La televisión —sobre todo la televisión—sabe que si amanece con una imagen, la repite a media mañana, la repite de nuevo al mediodía, cuando estamos comiendo, sigue con ella durante la tarde y se va a la noche sin soltarla, el telespectador acaba siendo esclavo de lo que la televisión decida.
Manejamos términos volcánicos con una soltura de geólogos o vulcanólogos. Hablamos de colada y no nos referimos ni a lavar las prendas de vestir ni a las ‘colás’ alosneras de las Cruces. Ahora, y desde hace un par de semanas, colada sólo es la masa de lava incandescente que discurre por la ladera de un volcán hasta que se solidifica. Y no hay más. Magma, ya saben, no es, desde hace unas fechas, nada urbano, nada referido a las personas, ni, aclaremos, tiene nada que ver (aunque el otro día se lo oí a uno) con la expresión italiana mamma mía, aunque el susodicho decía, creyendo que lo decía bien, «magma mía…» Entre tefrita, titanoaugita, feldespatoides y plagioclasa, los palmeros, las plataneras y cuánta cosecha da una planta de plátanos, las hectáreas que el volcán ha pasado de sus entrañas a sus alrededores marinos, no paramos. No hay conversación, no hay copa, no hay mesa de comida de celebración en la que no se hable del volcán de La Palma como del partido de fútbol del día anterior, con solvencia, con datos, con términos asombrosos, que si las bocas, las chimeneas, la temperatura con la que bajan los ríos de lava, que hay que ver la de casas que ha engullido ya la lava, y la de kilómetros de carretera que ha enterrado… Vulcanólogos. Por usar una palabra que se aproxime mucho al suceso, estamos volcándonos con el volcán. No tardará en que aparezcan pancartas peninsulares donde leamos «Todos somos La Palma», aunque para eso, lo mejor sería que en nuestra casa no faltaran media docena de plátanos canarios, todos a consumir plátanos, que tienen mucho potasio y son buenos contra los calambres de las piernas. Pero la televisión puede mucho y nos arrastra, y hablamos del volcán como de los programas llamados del corazón. Sabemos mucho del volcán, mucho. Pero bastará que mañana la televisión cambie la cartelera para que empecemos a hablar —y a saber más que nadie— de lo que sea. Al tiempo.
antoniogbarbeito@gmail.com
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