La tribu
Doble dolor
Los muertos siguen allí, en su silencio eterno, y los matadores, los asesinos, libres, puño en alto, homenajeados por quienes son muy parecidos a ellos en maldad y odio a España

Mucho peor que aquel dolor de la Madre de 'Bodas de sangre', cuando al principio de la obra habla con el Hijo y le recuerda el pasado y le habla de sus muertos: «No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿ ... Y a tu hermano? Y luego el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios… Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes..»
Es peor, mucho peor. Porque los muertos siguen sin hablar, hechos polvo, y los asesinos, amén de haber disfrutado de una cárcel llena de lujos —estudios, visitas íntimas, comida extra…—, hartos de comer, de fumar, de ver los montes, tan frescos, ahora se frotan las manos porque ven muy cerca la libertad absoluta, aunque no hayan cumplido la condena. Dolor sobre dolor. Unas negociaciones que al Gobierno le conviene que se hagan sin discrepancia de los cercanos, unos síes necesarios para seguir gobernando, valen más que un puñado de españoles asesinados por la cobardía y la maldad terrorista. Nosotros, los andaluces, tantas veces golpeados por la zarpa de plomo de los asesinos etarras —Portero, Martín Carpena, Muñoz Cariñanos, Alberto, Ascen…, por nombrar a unos cuantos—, no entendemos cómo es posible darles privilegios a quienes no tuvieron la mínima piedad con las víctimas. Y allá arriba, allá arriba, ay, donde los asesinos y su «afición» juegan en campo propio, ¿qué dirán los familiares de, por ejemplo, Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez? Doble dolor, y, si cabe, mayor este último, porque llega cuando ya la pena se ha hecho a ser pena, eterna pena. Será pronto, cuando los asesinos salgan de la cárcel, puño en alto, abrazados por los suyos; y será pronto cuando en su pueblo y en otros lugares les organicen homenajes como si fueran soldados valientes que vuelven de una guerra. Y todo, como señal y parte de pago del apoyo de quienes no quieren nada con España. ¿Alguien, después de esto, va a tener la poca vergüenza, la indignidad, de decir que gobierna por los intereses de todos los españoles? ¿No es la pena un interés nuestro? ¿No lo es el dolor? ¿No lo es la justicia, que ya que no ha sido capaz de aplicarles la prisión permanente (sin revisión) deja que salgan antes de cumplir las penas impuestas? Qué pena de ti. España. Qué pena de nosotros, españoles. En el desmoronamiento de tantísimos valores que estamos padeciendo, este vergonzoso bloque que cae, asombra, duele, indigna. Los muertos siguen allí, en su silencio eterno, y los matadores, los asesinos, libres, puño en alto, homenajeados por quienes son muy parecidos a ellos en maldad y odio a España. Qué pena. Y qué vergüenza.
antoniogbarbeito@gmail.com
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