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EL RECUADRO

El frac de Manuel Salinas

Era vanguardia pura en la ciudad de los convencionalismos

Antonio Burgos

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En esta actual España donde padecemos una Barcelona enfrentada y cateta, empequeñecida por los localismos del separatismo de sediciosos en campaña, se recuerda aquella abierta y más que europea Ciudad Condal de los años finales del franquismo, capital editorial y cultural de la nación, con ... los novelistas del «boom» sudamericano, García Márquez y Vargas Llosa a la cabeza, que se vinieron a vivir aquí, altavoz de todo lo nuevo y de cuanto buscábamos de creación en libertad. Mutatis mutandis, a Sevilla le pasó algo parecido en aquellos mismos años. De una Sevilla Eterna embebida en sus tradiciones pasamos a una serie de símbolos de una ciudad que se abría al mundo, buscaba otros horizontes, en la música «rock» con «Alameda», en el cante con Lole y Manuel, en el teatro de «Esperpento», en el Cine Club Vida, en la galería de Juana de Aizpuru, en La Pasarela, en los «narraluces», en los discos que García Pelayo producía para Movieplay, en el teatro de Távora, en tantas y tantas iniciativas de una ciudad que, sin querer dejar de ser ella misma, intentaba abrirse a los aires del mundo.

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