El Recuadro
Los autobuses colorados de dos pisos
El Ayuntamiento, en vez de galardonarlos, va y limita su acceso al centro

APARTE de volver a ver los coches de caballos circulando, llevando turistas al Parque, una de las señales de que lo más gordo de la pandemia había pasado, tras los estados de alarma y los confinamientos, y que Sevilla recobraba en cierto sentido la normalidad ( ... mascarillas y pasaportes de vacunación al margen) fue volver a ver al pie de su parada en la Torre del Oro a los autobuses colorados de dos pisos descapotables de nuestra multinacional City Sightseeing. Igual que hay una Marca España, hay una Marca Sevilla, y estos autobuses turísticos panorámicos de dos plantas forman parte sustancial de ella, como la cerveza Cruzcampo, las tortas de Inés Rosales, el café Catunambú, Los Cien Montaditos o el Manque Pierda. Vas por el ancho mundo y te da mucha alegría ver algo tan sevillano como esos rojos autobuses en Londres, en París, en Roma, en Nueva York, en Amsterdam o en Munich. Yo me he subido en esos cacharritos y calesitas en alguna de esas ciudades más que por verlas con ojos de turista, por el orgullo sevillano de tener algo nuestro conquistando el mundo. Y curiosamente, como si fuera una transposición de nuestra diversidad cromática en la dualidad futbolística, en todas esas ciudades, y aquí en la misma Sevilla, frente a los autobuses colorados hay siempre otros de la competencia que van pintados de verde.
Los autobuses colorados que puso en marcha el emprendedor empresario don Enrique Ybarra Valdenebro tienen una curiosa prehistoria. En abril de 1992, el año de la Expo, un joven Enrique Ybarra, que había cursado estudios en San Francisco, tras recibir la negativa de una multinacional a una solicitud de empleo, empezó a concebir su propia empresa, ya de regreso a Sevilla. Creó inicialmente la Compañía Hispalense de Tranvías, en un intenso trabajo a contrarreloj para no perder el tren de la Expo. Compró dos viejos vagones del famoso tranvía de San Francisco, que sirvieron de base para reproducir los históricos tranvías que circulaban por Sevilla un siglo antes, y los acopló al chasis de un camión para adaptarlos al tráfico rodado. En 1998 Enrique Ybarra se alió con la compañía británica London Pride para relanzar el negocio. Fue cuando arrancaron los autobuses de dos plantas desprovistos de techo, para que los viajeros pudiesen contemplar mejor la ciudad.
El modelo funcionó y a partir de ahí se inició un gran crecimiento a través de franquicias, con socios en todas las grandes ciudades, y se consolidó la marca multinacional desde nuestra Sevilla. Ha recibido muchísimos premios, como el XVII a la Trayectoria Empresarial de ABC, el de la Asociación Sevillana de Empresas Turísticas y, últimamente, el de Caixabank. Y el mismo día de recibir ese premio de Caixabank, el Ayuntamiento, en vez de galardonarlos, como condición de Podemos para apoyar los presupuestos, va y limita estos buses turísticos y su acceso al centro, a la zona monumental. O sea, que los turistas verán los desaguisados de La Palmera y no La Giralda, al contrario de lo que ocurre con estos autobuses colorados en todas las grandes ciudades, que te llevan a lo mejor y más famoso de cada una para que te hagas un «selfie» desde el techo descapotado del segundo piso con el Big Ben al fondo.
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