LA TRIBU
Un amigo
No se trata de dinero, ni de poder, ni de lujos; se trata del amigo que te llama, te saluda y te invita a compartir con él su buen ambiente ferial
Lo hemos dicho más de una vez, que la vida es un amigo a tiempo. Más que el dinero, más que las influencias pasajeras, más que el poder ocasional, cuando un amigo pone su capital humano a nuestra disposición, ahí, amigo, no hay quien pueda. Es verdad que, en muchas ocasiones, hay manos samaritanas que nos sacan de un apuro, nos resuelven un problema o nos solventan la comida. Es verdad, y muchos casos conozco, que hay personas que, por indicación de terceros, ayudan lo que no está en los escritos. Pero todos esos casos no dejan de ser lo mismo: la entrega de un amigo; un amigo a tiempo.
Al recordado y malogrado Antonio Herrero, una vez que me preguntó por la Feria de Sevilla, le dije que, como en otros sitios, si en la Feria no tenías un amigo, podías morirte de pena dando bandazos por las calles. Me dijo que, por experiencia, estaba de acuerdo, que había sufrido los bandazos y había gozado del amigo a tiempo. Esto mismo que decimos de la Feria podemos decirlo del Rocío, de cien celebraciones más y aun de la propia vida. Un amigo a tiempo. Cuando empecé a frecuentar la Feria, notaba algo raro, o que la Feria me rechazaba, o que yo rechazaba la Feria o que, por lo que fuera, nos repelíamos los dos. No sé qué pudo cambiarlo todo, pero estoy seguro de que fue la voz de algún amigo, desde la boca de su caseta, la que convirtió el agua en vino. Una voz, un saludo, una invitación y un rato —no hace falta regarlo ni con el mejor vino, ni con mariscos, ni con el mejor jamón— entre unas cervezas, un pescado frito y unos trozos de tortilla de papas que obra el milagro. Hoy, cuando mucha gente puede ir a la Feria y permitirse comer y beber exquisiteces por los alrededores, disfrutar de un paseo en un coche de caballos de alquiler o, en fin, de dar largos paseos gozando del ambiente, el amigo a tiempo sigue siendo de vital importancia. Porque no se trata de dinero, ni de poder, ni de lujos, ni de la mejor mesa mejor servida; se trata del amigo que te llama, te saluda y te invita a compartir con él su buen ambiente ferial. Tanto o más que en la Feria, lo he vivido en todo el mundo del Rocío: una salida, un sesteo, una pernocta, el camino, la casa en la aldea… Un amigo a tiempo que te ve, te da una voz y te dice que te acerques, y las manos se le llenan de cariño, de rumbo, de alegría, de ganas de prolongarse en ti. Y entonces todo tiene el sentido de convivencia que tiene que tener, más allá de todo lo material. Ojalá en esta Feria, en los toros, en los preparativos del Rocío o en el lugar que lo necesite, encuentre usted el impagable milagro de un amigo a tiempo. No hay color.
antoniogbarbeito@gmail.com