AQUÍ SE FUMA
Admirado Sean Penn
Esperemos ahora a que Penn destruya sus estatuillas como aseguró hacer si en la gala de los Oscar no se invitaba a participar a Zelenski

Ya es definitivo. Sean Penn es tan magnífico actor como una ridícula y contradictoria marioneta de la izquierda. Parece que quiere ser recordado más por su activismo que por su calidad como intérprete. En la última década le hemos visto protestar en guerras, participar en ... disturbios, rescatar a víctimas de desastres naturales como el terremoto de Haití o el huracán Katrina, reunirse con algunos de los criminales más buscados del mundo como el Chapo Guzmán, la reencarnación de Pablo Escobar a quien llegó a entrevistar para la revista Rolling Stone, o embriagarse de abrazos con dictadores como Fidel, Chávez o Nicolás Maduro al más puro estilo ZP. Todo en aras de esa superioridad moral de la izquierda, de esa ‘especial sensibilidad’ que sólo ellos tienen para entender los problemas del mundo. A estas alturas, sólo un insensato no desconfiaría de quien haga apología de tal cosa. Penn no es más que un ególatra enamorado de sí mismo que como todos los de su especie sólo persigue su promoción personal al mezclar paradójicamente en el mismo discurso una artificial ternura hacia las desgracias ajenas con la adoración de las políticas y los tiranos del mundo que causan muchas de esas desgracias.
Algunos españoles han seguido sus pasos. Es el caso de Javier Bardem para quien Penn se convirtió hace ya años en su alter ego y a quien ha tratado de imitar desde entonces. Hay otros en España, pero Bardem es sin duda el único que a nivel profesional se encuentra a su misma altura interpretativa. Esperemos ahora a que Penn destruya sus estatuillas como aseguró hacer si en la gala de los Oscar no se invitaba a participar a Zelenski, enemigo de todos sus amigos chavistas aliados de Putin. La jugada le ha salido mal y hasta le han arrebatado el protagonismo. El bofetón de Will Smith ha sido doble, pues ha eclipsado su somero intento de politizar la ceremonia. Fundir las estatuillas no debe ser tarea fácil y todo rodaje lleva su tiempo de producción, démosle unos días. Mientras tanto, esperaremos impacientes a que otro magnífico director como Clint Eastwood (reconocido republicano) le proponga para otro soberbio papel como el que Penn encarnó en Mystic River y por el que ganó precisamente su primer Óscar. Porque, como asegura el escritor Carlos Mayoral en una entrevista publicada recientemente por Zenda Libros, «los identitarismos llevan a la muerte de la cultura» y ni Sean Penn pertenece sólo al que es de izquierdas ni Clint Eastwood al que es de derechas. Estoy seguro de que tanto Penn como Bardem seguirán sorprendiéndome con brillantes interpretaciones como las que ya he admirado en ellos con anterioridad. Por ejemplo, como cuando el español dio vida al poeta Reinaldo Arenas en ‘Antes que Anochezca’. Al menos eso espero, aunque el mundo de la cultura especialmente en España se empeñe en lo contrario.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete