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AQUÍ SE FUMA

Admirado Sean Penn

Esperemos ahora a que Penn destruya sus estatuillas como aseguró hacer si en la gala de los Oscar no se invitaba a participar a Zelenski

Álvaro Zancajo

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Ya es definitivo. Sean Penn es tan magnífico actor como una ridícula y contradictoria marioneta de la izquierda. Parece que quiere ser recordado más por su activismo que por su calidad como intérprete. En la última década le hemos visto protestar en guerras, participar en ... disturbios, rescatar a víctimas de desastres naturales como el terremoto de Haití o el huracán Katrina, reunirse con algunos de los criminales más buscados del mundo como el Chapo Guzmán, la reencarnación de Pablo Escobar a quien llegó a entrevistar para la revista Rolling Stone, o embriagarse de abrazos con dictadores como Fidel, Chávez o Nicolás Maduro al más puro estilo ZP. Todo en aras de esa superioridad moral de la izquierda, de esa ‘especial sensibilidad’ que sólo ellos tienen para entender los problemas del mundo. A estas alturas, sólo un insensato no desconfiaría de quien haga apología de tal cosa. Penn no es más que un ególatra enamorado de sí mismo que como todos los de su especie sólo persigue su promoción personal al mezclar paradójicamente en el mismo discurso una artificial ternura hacia las desgracias ajenas con la adoración de las políticas y los tiranos del mundo que causan muchas de esas desgracias.

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