Querido maestro
Tú no lo recordarás porque para ti fue un día más, pero yo jamás lo olvidaré porque para mí fue el día que lo aprendí todo. Monteseirín anunciaba una exposición del tesoro del Carambolo original en el Arqueológico. Como no le viste mucha chicha al tema, que ya habías adelantado tú en una de tus habituales primicias, mandaste al último becario. Aquí un servidor. Y resulta que el alcalde se llevó el ajuar de Argantonio al Ayuntamiento, ante el asombro de los conservadores, y se colocó los brazaletes para la foto. Cuando llegué a la redacción me estabas esperando a portagayola. «Niño, tienes el tema de portada, así que a ver cómo te portas». Escribí durante varias horas muerto de miedo. Aquí se acaba mi trayectoria, pensé. Pero entonces me diste la pócima mágica de esta vocación: «Escribe esta noticia como si fuera la única que vas a dar en tu vida». Cuando me he puesto a teclear en el piano tu muerte, maestro, me has enseñado varias cosas más de perro viejo: que la noticia siempre te coge a tración y que ya sé cómo se escribe la que nunca quise publicar.