Manuel Contreras

Alaya gana como el Cid, después de muerta

MANUEL CONTRERAS

El auto de procedimiento para la apertura de juicio oral del caso ERE supone un triunfo incontestable para la juez Mercedes Alaya. Como el Cid campeador, la magistrada sevillana puede presumir de imponerse en el campo de batalla incluso después de «muerta», entendiendo metafóricamente como defunción su apartamiento de la causa judicial.

El auto de procesamiento asume plenamente la tesis de Alaya y corrige incluso al Tribunal Supremo, que no apreció delito de malversación, la acusación más grave que se podía imputar y de la que responderá ante los tribunales el expresidente José Antonio Griñán. El juez Álvaro Martín desdeña la teoría de «los cuatro golfos» a la que se había agarrado el PSOE y descarga toda la responsabilidad política sobre los dos expresidentes y sus principales colaboradores.

La instrucción que hoy acaba sólo ha sido posible gracias al empecinamiento profesional y casi personal de Alaya, quien ha soportado ataques de todo tipo para que desistiese en su trabajo. La magistrada sevillana cometió probablemente errores en algunos aspectos de la instrucción, pero el tiempo le ha terminado dando la razón en la argumentación básica de su tesis: la sospecha fundada de la existencia de un sistema organizado en la administración andaluza para gestionar el dinero de los ERE al margen de los controles establecidos, cuyo fin último era el enriquecimiento de determinados afines y el beneficio electoral del PSOE. A falta de que el juicio determine las penas que corresponden estos presuntos delitos, ya se puede afirmar que la instrucción de los ERE ha sido no solo un triunfo personal de Alaya, sino también de la independencia judicial en nuestro país.

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