Alberto García Reyes - LA ALBERCA

Agua de Valme

Cada octubre vamos al cerro de Cuarto a beber en la fuente que conquistó Sevilla

Romería de Valme 2017 Juan Jose Úbeda
Alberto García Reyes

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Cada octubre vamos al cerro de Cuarto a beber en la fuente que conquistó Sevilla octubre. Viste de seda la flor marchitada. Las alas de la miel gravitan el Barranco con hojas en tropel que peinan cabelleras de verdor. Los verbos se encabalgan. El color de otoño en el pelaje del corcel y el pliegue de la sombra en el lunel caducan en el suelo del tambor. La gaita suena lúgubre y caótica en pugna con la trova en la vereda que ansía redoblar salmos de viento. La Virgen va criando enhiesta, gótica, al Niño nazareno. Ya no queda descanso más eterno que su asiento.

Repique. Aún no está la luz nacida detrás de las campanas. Se voltean los altos gorriones, que aletean el vuelo donde el sol jamás anida. La luna se abandona, ya abolida, al lienzo que los bueyes tintinean sin prisa. Los silencios cantiñean la escarcha del cristal, que está dormida. Repique. Luce el aire en la carreta. Dos círculos broquelan el vacío que pronto llenará la que nos llena. Repique. Son de bronce. Plaza quieta. La voz emancipada en el quejío. Silencio. Blanca aurora nazarena.

Clarea. Las sombras se desmoronan por las fachadas como hojas añejas y llora la verdina por las tejas las lágrimas que al párpado se asoman. Los árboles de ráfagas se aploman. Las sedas de papel a las abejas vuelven locas. Se abrazan las parejas y pétalos y besos amontonan. Clarea. Tictac. La torre se pierde detrás de la memoria de los puentes y el tren es un bisel que corta el mundo. El ocre por detrás. Delante el verde. La Virgen es la fuente de las fuentes que riega en su sequía al errabundo.

Conquista. La ermita es la aparición del halo de la Madre al mediodía y el bronce vuelve a ser la melodía del himno del Rey Santo y del pendón. El vino derramado hace su unción en salves de romeros. La ambrosía huele a pan amasado en sacristía que sirve para dar la comunión. Conquista. Las llaves son para Cristo. Las puertas son para el hombre que vive buscando siempre a fondo la verdad. Cerrar o abrir en un visto y no visto, borrar o leer lo que el tiempo escribe: esa duda conquista la ciudad.

Váleme. Señora. Cuando regresa dorando el horizonte en mil lingotes los rayos decadentes son barrotes que encierran en su cárcel la dehesa. Apenas quedan ya sobre la mesa migajas de su salve. Leves brotes de luz ya moribunda en sus derrotes alumbran al volver sus horas presas. Váleme, Señora. No me oscurezca. Despierto, soy su hijo, su esperanza, y el rezo que la aurora le descubre. Mi vida es el tesoro que me ofrezca, las nanas que aprendí en cada mudanza temprano, muy temprano, por octubre.

Octubre de la Virgen protectora. Repique de la torre boreal. Clarea cuando llega al Arenal. Conquista la ciudad que fuera mora. Octubre repicando se enamora de Valme, clareando en el brocal del pozo de su Cuarto, manantial de aquella reconquista triunfadora. Mi pueblo ha despertado para Ella y yo no sé decirle lo que quiero, no logro que mi súplica la ensalme, la sigo desprendiéndome de mí sediento hasta llegar a su venero: y bebo hasta morir agua de Valme.

Agua de Valme

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