Editorial
Sevilla Park se topa con la burocracia
La decisión de los promotores de Sevilla Park de redimensionar este proyecto tras seis años de espera, reduciendo la oferta comercial y deportiva, es un nuevo ejemplo de cómo las trabas burocráticas de la administración local y autonómica impiden en demasiadas ocasiones el crecimiento de la ciudad. Sevilla Park fue una apuesta de un grupo de inversores que pretendían hacer junto al río Guadalquivir uno de los auditorios más modernos de España, complementado con zonas comerciales, deportivas y de ocio. El proyecto, sustentado financieramente por el poderoso fondo de inversión Orion, se presentó durante el último año de gestión de Juan Ignacio Zoido y pretendía ubicar a Sevilla en el calendario internacional de grandes eventos musicales, convocando a un mercado que abarca desde el Algarve portugués a la Costa del Sol. La apuesta tenía una notable complejidad urbanística, ya que requería el traslado de los depósitos de la empresa de hidrocarburos CLH, cercanos al futuro complejo, hacia la zona de la Punta del Verde, una mudanza cuyo coste estaban dispuestos a asumir los promotores de Sevilla Park.
Seis años después, el proyecto apenas ha avanzado y los empresarios empiezan a dar muestras de agotamiento. La reducción de la oferta comercial y deportiva es una señal evidente de la caducidad de la idea inicial y la pérdida de entusiasmo de los impulsores de la idea. El auditorio, elemento troncal del proyecto, podría correr peligro con la construcción en Valencia de un recinto similar, impulsado desde hace dos años por el empresario Juan Roig y que se inaugurará en 2023.
Esta historia de frustración no es nueva en Sevilla, donde cualquier proyecto de cierta envergadura necesita años de debate. Mientras no se agilicen los trámites burocráticos Sevilla tiene difícil ubicarse en la vanguardia nacional y europea.