tiempo recobrado
Nos duele España
La inteligencia ha sido tradicionalmente despreciada en favor de la intolerancia y el fanatismo
Releyendo los relatos de Manuel Chaves Nogales, recopilados en 'A sangre y fuego', me invade una sensación de congoja y siento el impulso de desahogarme ante el lector. «Me fui (de España) cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no ... había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba», afirma. Y precisa que le asustaban tanto los asesinatos de las checas como los bombardeos de Franco sobre la población civil en Madrid, mezcla de criminalidad y maldad.
Escribe también: «Después de tres siglos de barbecho, la tierra feraz de España hizo pavorosamente prolífica la semilla de la estupidez y la crueldad ancestrales». No se pueden decir más cosas en menos palabras. Como se sabe, Chaves falleció en su exilio londinense en 1944 tras haberse hecho realidad su profecía de que, fuera cual fuera el desenlace de la guerra, el país quedaría devastado y tiranizado por una dictadura de uno u otro signo.
Han pasado más de cuatro décadas desde que se restauró la democracia, la sociedad ha cambiado mucho, pero es fácil constatar que el odio y el cainismo siguen vivos entre nosotros. Pedro Sánchez tiene mucha culpa de ello, pero el PP ha entrado también en el mismo juego. Y no digamos Vox y Podemos, echando siempre leña al fuego de la discordia.
La historia de España desde la desdichada vuelta de Fernando VII está trufada de guerras, asonadas, golpes de Estado y persecuciones. Y cuando ha habido etapas de relativa normalidad siempre ha existido alguien interesado en atizar el enfrentamiento. La inteligencia ha sido tradicionalmente despreciada en favor de la intolerancia y el fanatismo. Es cierto que el nacimiento de la democracia supuso una reconciliación entre la izquierda y la derecha. Parece que ahora se quiere revisar la Transición y volver a aquella España de los dos bandos en la que se demonizaba al adversario sin escuchar sus argumentos. Los 36 años de dictadura de Franco fueron nefastos porque el vencedor de la guerra quiso aplastar a los vencidos. No hubo paz ni clemencia. Deberíamos haber aprendido la lección, pero no. Hemos vuelto a ese viejo cainismo que le niega, como sostenía Chaves, cualquier razón al que no piensa lo mismo.
El escritor sevillano dijo que ni los rojos ni los blancos podrían desposeerle de una ciudadanía espiritual, enraizada en la tradición liberal e ilustrada, que le generaba un vínculo imposible de romper. A muchos nos sucede lo mismo. Nos duele España sin que ello suponga ningún sentimiento de superioridad respecto a nadie.
Somos una mayoría silenciosa que no grita ni quiere imponer sus ideas ni niega legitimidad al otro. Ahora que se acaba un año infausto, lleno de desgracias personales, aprovecho las páginas de ABC para exhortar a todos si no a amar por lo menos a respetar al prójimo.
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