El tranvía y los churros gordos

Es como el Cercanías pero tarda lo mismo que el bus por lo que se puede disfrutar mejor de las vistas

Patricia Gallardo

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Siento una particular debilidad por los churros gordos de la plaza, sobre todo los del puesto de Ana, al que acudo desde que era una chiquilla, primero cuando estaban frente a Simago (más o menos) y después en el puesto nuevo, también en la plaza, ... pero más pegada a la calle Alcalá Galiano, también conocida popularmente como calle Londres (esta vez he de decir que no sé por qué le dicen así). Pero que desde que vivo en San Fernando, no los disfruto con la asiduidad que me gustaría. Así pues, el lunes víspera de 'Tosantos' fui a por mis churros gordos, que no porras como se atreven a llamarlos aquellos que no se han criado por la zona, y que no saben diferenciar el matiz de sabores del mismo, (son parecidos, pero no iguales). Para ello, y aprovechando la coyuntura que me proporcionó la columna anterior, tomé el tranvía por primera vez, como tenía mi abono de Renfe no tuve mucho problema en pasar la tarjeta por el lector, no así otras personas que querían comprar su billete y no estaban familiarizados con la máquina expendedora, así que surgieron algunas dudas que solventamos entre los pasajeros más avispados, o mejor dicho más acostumbrados a viajar sin la asistencia de un auxiliar de la empresa, que haberlos haylos (como las meigas), pero no en todas las paradas. He de decir que me gustó la primera parte del trayecto, la que va por el centro de San Fernando, a pesar de ir bastante lento, como es obvio (está claro que no se puede ir a más de 15 o 20 km por mitad de la Calle Real), ver el Ayuntamiento, La Alameda, la Compañía de María y otros edificios emblemáticos a través de las ventanas del vagón te daban a sensación de estar en un bus turístico. Todo iba bien… Hasta que paró en el apeadero de la parada 'Río Arillo', y como el señor Murphy sabía que yo había mostrado interés en esa parada en particular la semana pasada, pues decidió que nos quedásemos allí varados. Al principio solo pensamos que era un parada un poco larga, teniendo en cuenta que hace enlace con el cercanías lo vimos hasta normal, pero cuando ya vimos al operario yendo y viniendo al armario eléctrico, nos dimos cuenta que la parada no era tal parada, sino avería. «¡Vaya por Dios, la primera en la frente!» pensé yo con guasa, afortunadamente pudimos hacer trasbordo con el cercanías que pasó por allí unos minutos más tarde, eso sí hasta la bola que iba, parecíamos náufragos rescatados en medio del mar, a juzgar por los comentarios de algunos pasajeros, a los que no les faltaba razón ya que podían llegar tarde a trabajar. Por fin llegamos a Cádiz, sin ningún contratiempo más a lo que a transporte se refiere.

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