Opinión

Los perritos y los carritos

No me apetece pelearme con los vecinos en si mi perro orina o no en su puerta

Los niños y los perros (las mascotas en general) me han gustado de siempre, incluso tuve uno hace años, perro, quiero decir, que no niño. No tengo hijos, no por falta de querencia, sino por otras razones personales y médicas que no vienen al caso, ... pero actualmente tampoco tengo perro, ni para el caso ninguna otra mascota, ni quiero, porque como decía mi madre: «para tener una animalito hay que tenerlo bien, si no, no se tiene».

Cierto es que el perro acompaña mucho, da mucho cariño y es uno más de la familia, sin embargo eso implica una responsabilidad de la que ahora no me apetece hacerme cargo. No me apetece pelearme con los vecinos en si mi perro orina o no en su puerta, si la botella de jabón que llevo es suficiente para limpiar el pis o si llevo suficientes bolsitas para recoger las heces, ni tengo tiempo, por los motivos que sean (no me juzguen) de sacarlo a pasear tres veces al día, además de que implican unos gastos fijos que debes desembolsar si lo «quieres tener bien» a saber: un pienso en condiciones y otros complementos alimenticios, veterinario, peluquería, juguetes y caprichos, y/o guarderías o un cuidador, en su caso, si te quieres ir a algún sitio que no sea «petfriendly», ya que con la Ley de Bienestar Animal no puedes dejar más de 24 horas al animalito solo en casa, no es que yo tuviera costumbre de hacerlo cuando tenía a mi Scotty (así se llamaba mi perrillo bodeguero), pero ahora con más vera no puedes hacerlo.

En resumidas cuentas tener un perro es una gran responsabilidad casi contractual, ya casi, casi, casi tanto como tener un hijo, que me diréis no eres «exagerá, ni ná», Patricia, pero es que cada día veo más gente con más «perri-hijos» que hijos, llevados en brazos, en trasportines de diseño debajo del brazo de sus amos, o en carritos tipo bebé, haciendo del animalito un vago, porque de toda la vida se les ha llevado con su correa, o según en qué zonas, sueltos para que echen a correr y se desfoguen.

Algo que no deja de chocarme, pues he visto a niños chiquitos correr sin vigilancia, con consiguiente peligro de que crucen la carretera sin mirar y a perros llevados de esta manera tan delicada y sobreprotegida, pero es que este mundo al revés no se queda ahí, ahora los nombres exóticos se los ponen a los hijos, ojo y que bien puestos están, y los clásicos se lo ponen a los perritos, y no exagero, conozco una perrita que se llama Estrella (igual que se llamaba la Castro) y otra Carla, y otros perritos que llamaban Pepe (vale que no es José, pero que casi es lo mismo) y Manolo, mientras que el otro día leí que a un bebé le querían poner Goku, que me parece fantástico porque soy fan de Dragon Ball, pero me resulta cuanto menos curioso. Lo que me hace pensar que las mascota son un sucedáneo de los hijos, porque es más barato de mantener, no hay que parirlos, son más complacientes, no hay que educarlos de manera compleja, (enseñar cómo comportarse a una mascota es más fácil que a un adolescente), ni integrarlos en la enmarañadas y engorrosas sociedades humanas, especialmente las de los países desarrollados, donde todo el tiempo se debe escalar puestos en cualquier situación, escuela, trabajo, etc. Y además de todo eso, nos da una imagen de ser formales cuando paseamos a nuestro perrito es su carrito. Que no deja de ser una responsabilidad, sí, pero una responsabilidad más light, bajo mi punto de vista. Por eso veo cada vez más perri-hijos que hijos, o gente como yo que no quiere, ni perro, ni gato, ni pajarito que le cante.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios