OPINIÓN

Mi periplo por Galicia (2ª parte)

¿Qué decir de mi experiencia del Camino? Pues que fue lo que todo el mundo dice: una vivencia maravillosa, pero ojo también un poco idealizada

Mientras se publicaba mi columna de la semana pasada, yo llegaba a Santiago de Compostela al fin, bueno la columna salió más tempranito, pero esos son detalles. ¿Qué decir de mi experiencia del Camino? Pues que fue lo que todo el mundo dice: una vivencia ... maravillosa, pero ojo también un poco idealizada, me refiero a que los kilómetros son muchos cuando se van acumulando en las piernas y que si no se va concienciado en ello se hace duro, no es tan solo un paseo por el campo, para que me entendáis, sino que hay ciertas subidas y bajadas que hay que tomarse en serio. Un consejo que os doy, si sois personas normales, no Ironmen del deporte cuando veáis una encrucijada que ponga: «A la izquierda 70 mts de subida a 15% de pendiente, a la derecha 350 mts de subida al 5% de pendiente» optad por la del 5%, que nosotros nos pegamos la vacilada y casi la tenemos que subir a gatas. Resumiendo: es cansado, pero gratificante, es decir si obviamos el dolor de piernas, el camino te da la oportunidad de conocer lugares preciosos, como el amanecer en el puente de Arcade, los campos llenos de eucaliptos, maíz, viñas y hortensias, las plazas y capillas de los pueblos por los que pasas y la maravillosa gastronomía Aunque lo mejor de todo es compartir la experiencia con otros peregrinos, cada cual con su particular motivación, solos: como Alba de Alicante, en pareja como nosotros, en familia como Raquel, Javier, Gonzálo y Ángela, o con amigos como Alba y Gema de Canarias o mis amigos gaditanos, porque si algo hay que nos identifica a los gaditas es la camiseta del Cádiz, Yasira, Iván y José con quiénes compartimos uno de los momentos grandes, la llegada a la vez a la Plaza del Obradoiro y cantar aquello de «¡Ese, Cai, oooee! « y escribo sus nombres porque ya son mis amigos, ya que en el Camino, aparte de encontrarse a uno mismo encuentras nuevos amigos. Otro momento top compartido con este trío fue la Misa del Peregrino, donde tuvimos el honor de ver el famoso botafumeiro en funcionamiento, ya que solo lo sacan en ocasiones especiales o por peticiones especiales de ciertas congregaciones. Cada cual hace el Camino como quiere o puede y todos son licítos, como me dijeron en la pensión: «Es tu camino, no hay más», sin embargo mi consejo es llevar los alojamientos reservados, siempre que se pueda claro, porque si corres para buscar cama no disfrutas de tu entorno, me daba mucho estrés ver a la gente corre que te corre en busca de albegue, pero en fin como he dicho: es su camino. Otra cosa que me sorprendió es que está muy, pero que muy bien señalizado, al menos cuando el Camino discurre en suelo gallego. Lo dicho: le doy la razón a lo que dice la gente, que al menos hay que hacerlo una vez en la vida, ¿Repetiría? Pues como dicen los gallegos, depende. Ahora a toro pasado diría que sí, mientras subía la cuesta del 15% jurando en arameo pues te diría que no, en fin ya se verá, según sean las curvas de nivel desde Sarria. Me ha gustado Galicia, mucho he de decir, la iglesia Peregrina y el loro Rovachol de Pontevedra, que por cierto allí tuvieron pique los franciscanos y los dominicos para ver quién la tenía más grande, la iglesia se entiende, historietas de las ciudades. De Coruña me gustó que parecía Cádiz, pero en grande, lo que tardas en darle la vuelta a Coruña en Cádiz lo haces a la mitad, la torre de Hércules y la casa de invitados de Amaneció Ortega. Uff son tantas cosas, pero sin duda con lo que me quedo es con la amabilidad del gallego.

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