opinión
¿Por dónde paso?
«Lo que hace realmente incómodo consumir algo sin recibir un bolsazo, un ladrido de perro junto a tu pierna, un choque de carrito de bebé o un patinete a toda velocidad»
Normalmente disfruto de las terrazas, es más me gusta recrearme cuando hace buen tiempo, pero suelo hacerlo en aquellos bares o restaurantes que tienen sus sillas en zonas amplias. Ya que me resulta agobiante comer o tomar un simple café, en las terrazas de calles ... más o menos estrechas, las cuáles suelen estar en zonas comerciales o de paso con flujo constante. Lo que hace realmente incómodo consumir algo sin recibir un bolsazo, un ladrido de perro junto a tu pierna, un choque de carrito de bebé o un patinete a toda velocidad evitando tu mesa por los pelos, o que la gente observe cómo te comes una tapa de ensaladilla sobre tu hombro, llamadme tiquismiquis si queréis, pero veo igual de incómodo eso, como que lean lo que tus estás leyendo por encima de tu hombro, ojo que no digo que ninguna de estas cosas sean hechas a posta, pero que irremediablemente pasan, y más a menudo de lo que uno piensa.
Entiendo que estos bares tienen tanto derecho como los que están en las zonas más amplias de tener su terraza a pleno rendimiento, pero también deben ser conscientes que no pueden acaparar más de la mitad de la vía pública, que tampoco es culpa suya, si los ayuntamientos dan las licencias, ellos no van a ser tontos para rechazarlas. La pega viene, cuando a veces, disimuladamente ponen alguna silla o mesa de más, en alguna que otra esquina, vuelvo a repetir no todos, pero sí algunos, haciendo que el transeúnte se pregunte: ¿Por dónde paso? Aglomerándose en un lado de la calle como si fuera un Jueves Santo, donde te dirigen hacia un lado de la calle para que el paso con la imagen y todo su cortejo puedan pasar. Y que no digan que eso no puede ser porque les multan, y lo hacen, cuando las autoridades pasan por allí en el momento justo, ¿pero a quién queremos engañar? es imposible que pasen las veinticuatro horas seguidas, así que mientras, pongo una silla aquí o allá o una mesa estrecha y alta donde acordase con un cervecita al otro lado…, mientras esperan la lista de espera, valga la redundancia, para entrar en el restaurante cuando les toque.
A esto también se le suma la transformación de muchas calles donde antes se circulaba con vehículos (en las que normalmente se podía aparcar), y que ahora son peatonales, (por lo tanto con plazas de aparcamiento desaparecidas), supuestamente por el bien del ciudadano de a pie, para pueda pasear por el casco urbano de manera cómoda y segura. Hecho que los establecimientos hosteleros aprovechan para colocar más mesas y sillas, puesto que ya no hay riesgo de que nadie atropelle a su comensal, a excepción de un patinete eléctrico, que no conozca la nueva normativa DGT, que pase por allí a la velocidad de un rayo. Expandiendo su terraza cada vez más lejos de su puerta, convirtiendo la calle peatonal en un comedor al aire libre, sin dejar, de nuevo, paso al peatón, obligándolo a pasar por zonas estrechas o de difícil paso debido a los bolardos junto a las aceras o los árboles en mitad de las mismas, que esa es otra, menudo lumbreras el que puso árboles en mitad de una acera estrecha, obligando a quien lleve un carrito de bebé o de la compra, o un vehículo de movilidad reducida a bajarse a la calzada, vaya forma de adaptabilidad urbana, sí señor.
Al final, si las sillas y mesas se duplican, nos tendrán que poner pasarelas entre terraza y terraza, o soterrar algunas calles de paso cual pasadizos secretos, porque si nos bajamos de la acera, al menos en la calle Real, nos puede atropellar el tranvía.