OPINIÓN
No es país para viejos
Cómo lo hacemos con nuestros abuelos, que no tienen familia que se puede hacer cargo de ellos, bien porque sean inexistentes, bien porque sean currantes de catorce horas diarias
No, no voy a hablar de la novela de Cormac McCarthy, ni de la película homónima protagonizada por Javier Bardem, entre otros. No obstante, su título me viene al pelo para lo que quiero hablar en la columna hoy. Hace unos años, no demasiados, leí un artículo en el que los ancianos japoneses cometían ciertos robos para terminar en la cárcel (sí, en Japón son muy estrictos con las leyes y robar un bocata de euro y medio te puede costar dos años a la sombra), ¿por qué hacían tal cosa? principalmente por dos razones: la soledad y la pobreza. Japón es el país con la tasa de ancianos más alta del mundo, cada vez hay más ancianos y menos jóvenes dispuestos a ser padres, por lo tanto sus mayores cada vez tienen menos familia que se haga cargo de ellos, por lo que nos encontramos personas de más de 70 o 80 años que viven solas sin hablar con nadie en años, a esto se le suma que la media de las pensiones son de unos 550 euros (al cambio aproximado) y los gastos son de unos 650, pues como que no salen las cuentas. Así pues, no es de extrañar que los abuelos nipones prefieran pasar su etapa de senectud en una cárcel de mínima seguridad donde tienen techo, manutención y seguridad, que como decía uno de estos ancianos que se les preguntó «A nuestra edad, la libertad de movimientos está sobrevalorada, prefiero estar con mis amigos en el patio de la cárcel, que solo a cielo abierto. He recuperado el contacto humano perdido hace años».
Más recientemente, vi un vídeo en el que comparaban los servicios e instalaciones de una cárcel, (de las modernas del primer mundo, me refiero) con los servicios e instalaciones de una residencia de ancianos (de las municipales o de comunidad autónoma) de calidad media, ¿y sabéis quiénes salía ganando?, pues sí los presos. Quiero ser completamente clara que no quiero decir que al preso se le quiten los privilegios y las comodidades, al fin de cuentas han perdido el derecho fundamental a la libertad, pero si a nuestros ancianos que han sido la base de lo que somos no les damos las mismas condiciones humanas ¿en qué nos convierte eso? Luego nos encontramos a los que dicen que no todas las residencias son nefastas, claro digo yo, ni todas las cárceles son tan buenas tampoco. Pero la mayoría de las «buenas» son las privadas que valen una media de 1500 euros al mes, y muy pocos pensionistas tienen una paga para cubrir esa mensualidad.
Y las residencias sociales que merecen la pena suelen tener lista de espera larguísimas y requisitos de ingreso muy acotados. Entonces, cómo lo hacemos con nuestros abuelos, que no tienen familia que se puede hacer cargo de ellos, bien porque sean inexistentes, bien porque sean currantes de catorce horas diarias. ¿Los ponemos a robar como en Japón?, cosa que con el sistema legal español está difícil, porque robar un bocata es hurto y encima le puede caer una multa de 300 euros, si hace algo más gordo y lo condenan a menos de dos años si no tiene antecedentes no entran, y si ya se ponen la media en la cabeza y entran en una sucursal de banca a grito: «De esto es un atraco» entre juicios y deliberaciones pasan otro dos años y quizá las «espiche» antes de entrar, porque ya tiene ochenta y tantos años y con el estrés se le ha subido la tensión, el azúcar y vayas usted a saber qué más, el cuerpo al final da de sí. Que… ¿quién sabe? a lo mejor ese es el objetivo; que se la apañen solos, como en ciertos casos no muy comentados cuando la COVID que decían, total como ya han vivido mucho…