OPINIÓN
¿Intrusismo laboral o herramientas alternativas?
Por eso el problema de calidad de una obra no viene por el uso de herramientas alternativas a las tradicionales, sino por el intrusismo laboral
A raíz de lo que leí en la última entrada del blog de mi amiga la escritora Gaby Taylor, (Unidos por el pasado, Kaizen editores, 2021) titulada: («En serio» o «Realmente», George? – Gaby Taylor) la cual trataba sobres sus reflexiones acerca de las mala traducciones ... de muchos libros, algunos más famosos que otros, que con mayor o menor fortuna caen en manos de pseudo traductores que se pasan por el forro la normativa que se aplica a los profesionales de la traducción, bien por ahorrarse unas perras, bien por ignorancia de la existencia de estos profesionales (algo que me extraña) o bien por aprovechar el tirón mediático de ciertos personajes que siendo bilingües dan por hecho que pueden hacer un buen trabajo. Esto último es lo que ha ocurrido con una editorial que ha contado con los servicios de una influencer y, claro, pues el trabajo no ha sido fino. Algo que podría quedar como algo anecdótico en cauces tradicionales, no queda impune al juicio del jurado popular que navega por internet, por un lado los seguidores de la influencer, la defendían, obviamente, diciendo más o menos que si se tenía los conocimientos no era necesario tener un título formal para realizar un trabajo, que estaba sobrevalorado eso de tener experiencia bla, bla. Los detractores, personas versadas en la materia, como es obvio, se llevaron las manos a la cabeza, argumentando que el que se sea bilingüe no te da las herramientas para hacer un buen trabajo. Lo que yo digo: todos los profesores de español hablan español, valga la redundancia, pero no todos los que hablan español son profesores, no sé si veis por dónde voy. Yo estudié filología inglesa, y a día de hoy, ni se me ocurriría traducir un texto de manera profesional, porque soy consciente que me faltan las herramientas de traducción y traductología necesarias para hacer un trabajo competente, de hecho hay una carrera universitaria que se llama Traducción e Interpretación, por algo. Yo no digo que se tenga hacer uso de las herramientas, vamos a llamarlas «dentro del canon», sí o sí, pero si hacemos usos de herramientas digamos alternativas es para que nos den un resultado válido y correcto. Si vamos al «yo tengo un cuñado que te lo hace más barato» pasamos de la herramienta alternativa (por ejemplo una persona bilingüe que sin haber cursado estudios formales tenga otros alternativos que le capaciten a hacer ese trabajo) al intrusismo laboral. Yo, por ejemplo, ilustré mi cuento infantil siendo consciente de que era mi propio trabajo y asumí mi propio riesgo, pero jamás ilustraría el de otra persona vendiéndome, hago hincapié en esta palabra, como ilustradora porque no lo soy. Pero esto no solo afecta a la traducciones, sino también a las correcciones, me he encontrado con anacronismos que me han hecho sangrar los ojos, como por ejemplo que en una novela histórica un miembro del servicio tutee a un duque, esta falta de conciencia histórica la justifican porque el autor quiere tener un lenguaje cercano con el lector, mire, ¡no! rotundamente no. Por eso el problema de calidad de una obra no viene por el uso de herramientas alternativas a las tradicionales, sino por el intrusismo laboral que te hace pensar «¡Ay, Manolete, si no sabes torear pa qué te metes» y la falta de filtro a la hora de publicar de manera independiente o con editoriales como la que contrató a la influecer, y que echa por tierra el trabajo de muchos que sí nos preocupamos porque esté bien hecho.