Cuando una imagen no debe valer mil palabras
Hay imágenes que no deben valer más de mil palabras, ni siquiera deben valer una, me refiero a esas imágenes que rulan por redes de usuarios malintencionados y morbosos
Es muy cierto que está muy arraigada esa costumbre de que una imagen vale mil palabras, y que cada persona puede recibir mucha información de una sola imagen, cosa probada a través de muchas cadenas de noticias con sus vídeos no comment, por ejemplo. De hecho, vivimos en la era de las imágenes (ya sean digitales, analógicas o a la vieja usanza con papel y lápiz), ya que producirlas y reproducirlas es muchísimo más fácil hoy en día que en siglos anteriores. Por todos es sabido también, que con la difusión en las redes todo el mundo tiene muchas más accesibilidad a este banco mundial de percepción visual, por lo que estamos expuestos a una lluvia constante de información, deseada o impuesta, a través de fotos y vídeos cada vez más exigentes a la hora de captar nuestra atención, poniendo cada vez más contenido «jugoso» de dudosa reputación, convirtiéndonos en seres cada vez más insensibles y faltos de empatía, con tal de disfrutar de lo que se está viendo, o compartiendo para recibir más likes, y se rozan los límites, cuando no los cruzan de verdad, de la ética y la moral.
Hay imágenes que no deben valer más de mil palabras, ni siquiera deben valer una, me refiero a esas imágenes que rulan por redes de usuarios malintencionados y morbosos que comparten las imágenes macabras de los accidentes, atracos y otros crímenes. Éstas no deben existir por numerosas razones, primero porque es amoral, segundo porque es ilegal compartir imágenes sin permiso, tercero porque también es ilegal grabar y no prestar ayuda, especialmente en los casos de accidente donde es delito la omisión de auxilio. Todo esto nos suele dar igual cuando vemos vídeos de otros países con otras costumbres y hábitos, y si los vídeos son de EEUU pues uno piensa es que los gringos están hechos polvo y ya está; que tienen un tiroteo en un colegio, pues es culpa de ellos por permitir las armas como en el salvaje oeste. La cosa cambia cuando nos toca más de cerca, ahí ya se suele ser más prudente, al menos lo son los que tienen un poco de raciocinio y decencia, pero no nos libramos tampoco de que nos lleguen difusiones de aquellos cabezas huecas, quiénes no suele ser siempre los más jóvenes aunque la gente piense lo contrario, que ven guay o divertido compartir imágenes como las del reciente accidente de autobús acaecido en Cádiz, por ejemplo. Y si no son imágenes, son opiniones tan desafortunadas como: que se ha visto algo en primera línea y ha sido flipante (pero flipante de disfrute, no de shock), o de que tal víctima o tal otra no le caía bien, que no es que se alegra de su muerte ¿eh?, pero que ni fu ni fa. Y mientras las familias quiénes no tienen ya bastante con lidiar con su dolor, su pena y su duelo, encima tienen que lidiar con opiniones ajenas de mier…, y difusiones constantes de sus seres queridos tirados en una calzada, lo que no es plato de buen gusto, por decirlo sutilmente. Y la pena es que esto pasa porque se consume, porque si contaran de raíz la primera difusión otro gallo cantaría. Pero qué podemos esperar si incluso, (me lo han contado yo no lo he visto, pero me lo creo) hay vídeos de bandas criminales degollando a sus víctimas. Ya no se tiene respeto por el dolor ajeno. Cada vez hay más personas con el síndrome NPC (non- player caracter), es decir el personaje no jugador, en argot videogamer. Es decir, el que está ahí, pero no hace nada. ¡Ojo!, que no hace, ni quiere…, que está en el mundo porque tiene que estar.