OPINIÓN
Con los embalses nos hemos topado
Hay tantas cosas asimiladas a lo largo del tiempo, que sus orígenes pueden parecer difusos o compartidos
En una de esas discusiones o debates que a veces tengo por casa tipo: «¿Qué fue antes el huevo o la gallina?», es decir, absurdas, pero a la vez gratificantes, simplemente por el hecho de que la porfía nos hace buscar información, y por tanto, ... conocimiento. Esta discusión concretamente versaba en que el tequila era un producto español porque se destiló en España por primera vez, según mi oponente de debate, ya que en la América precolombina no se conocían las técnicas de destilación, que fueron introducidas en la península por los árabes, que a su vez fueron llevadas por los misioneros al continente americano.
Mi defensa se basaba en que el tequila proviene de la fermentación del agave, planta autóctona de aquellas tierras, y que por ende, ya se producía allí, aunque luego otras técnicas lo refinaran. Entonces me dijeron: «¿Y la tortilla de patatas, qué?, ¿no es española?, como la patata es americana…», a lo que contesté, siempre bajo mi punto de vista, por supuesto, que la tortilla sí era española, porque no se hacía nada antes parecido hasta que no llegó la patata aquí a Europa. Lo mismo pasa con el «American pie» que es de allí con producto de aquí, recordemos que la manzana la llevaron los europeos al continente americano.
Lo que quiero decir con esto que hay tantas cosas asimiladas a lo largo del tiempo, que sus orígenes pueden parecer difusos o compartidos, pues es cierto que muchas tradiciones se comparten en las migraciones de ida y vuelta. Poca gente asimila que el café no es autóctono de Colombia, o que la caña de azúcar no es de Cuba, por ejemplo, o al menos yo no le echo cuenta. El problema con la confusión de orígenes es la que nos lleva a desvirtuar un tema. Esto me lleva a la actual polémica del desmantelamiento de los embalses que se está llevando a cabo en España, como siempre hay quien está a favor de esta medida, principalmente los que desarrollaron el programa de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos y los ecologistas que defienden que hay que retomar los cauces naturales de los ríos, como están haciendo en Europa, para que los peces puedan subir y bajar por ellos, como es el caso del salmón o el esturión, y que sostienen que muchos de los embalses tienen infraestructuras obsoletas y difíciles de mantener.
Por otro lado, nos encontramos con la gente del campo que vive de los regadíos para sus cultivos, quiénes hacen hincapié en la necesidad de los embalses y presas en un país que tiene tendencia a la sequía, cada vez más pertinaz y duradera, que además son necesarios para la lucha contra incendios, para la generación de energía renovables, ya que con el salto del agua se obtiene electricidad, y para que la gente tenga agua en sus casas. Afirman también, que el término obsoleto no tiene nada que ver con que la presa no esté en condiciones, sino con que termina la concesión de la misma para su explotación, y que al final nadie quiere hacerse cargo de ellas. No digo que unos u otros no lleven su parte de razón, aunque personalmente me incline más por dejar los embalses como están, que luego nos vemos sin agua en los grifos y vienen los lamentos.
De todos modos, es típico que este tipo de polémica salte con el inicio de las épocas de calor y no con las lluvias de invierno, y que sea un tema recurrente en año de elecciones, que al fin de cuentas puede ser el origen difuso, como el tequila, de la controversia. Ya se sabe: «A río revuelto, o este caso embalse, ganancia de pescadores.»