¿Civismo playero?

En la playa solo se deja lo que ya está en la playa, es decir nada

El pasado domingo, como es habitual en estas fechas, fui a la playa a 'echar el día'. Cogí todos mis bártulos, a saber: sombrillas, sillas, nevera, pamela, etc. Atrás dejé el tiempo en el que llevaba solo una esterilla para tostarme al sol. Con los ... años me he vuelto sibarita, ¿qué le vamos a hacer? Además de dichas comodidades playeras, también llevé los 'aperos' de playa para que mi hermano, mi sobrina, unas amiguitas y yo hiciéramos el castillo más chulo de la playa, y no es porque fuera nuestro ¿eh?, pero la verdad es que nos quedó muy bonito, con sus conchas de adorno y sus trocitos de madera haciendo puentes y portones, nos faltó acotarlo y ponerle un cartel de visitas. Así estábamos disfrutando de una mañana estupenda, con unos servicios de playa inmejorables, baños y duchas relucientes, chiringuitos asequibles…hasta que de repente, muy cerca de nuestra obra arquitectónica, un balón chapoteó sobre nuestro cubo de agua, salvándose el castillo de arena de pura chiripa. ¿Ustedes recibieron una disculpa?, porque yo no, al menos que una disculpa ahora se diga: ¡'Illa', pásame el balón, chocho! Poniendo los ojos en blanco y no queriendo polemizar delante de las niñas, le pasé el balón de mala gana, pese a que la zona en la que se encontraban era zona prohibida para el juego de pelota. Al rato, cuando el calor apretaba, nos fuimos a dar un baño, donde nos encontramos a una señora que increpaba a un muchacho que practicaba paddle surf fuera del canal delimitado por las boyas. Por lo visto se quejaba de que le había golpeado con la tabla en el cogote. Este surfero sí se estaba disculpando, pero aquí el problema no es la disculpa o la falta de la misma, sino el golpe que recibió la mujer, que en este caso fue leve, pero que la podía haber dejado ko si el mar hubiera estado más picado y una ola le hubiera dado más fuerza al deslizamiento de la tabla. En fin, que el canal de boyas es al mar, como el carril bici es a tierra, nadie lo usa cuando debe. Pero, ahí no acaba la cosa.

A medida que volvíamos a nuestro cuartel general 'sombrillero', pudimos observar infinidad de fumadores tirar las colillas al suelo y enterrarlas disimuladamente con el pie, como si no tuvieran de testigos a las cientos de personas que se aglomeran en la playa un domingo cualquiera. Uniéndose a los 'tira-colillas', (he de decir que no eran todos los fumadores, ya sabéis que intento generalizar, ya que muchos de ellos llevaban ese cenicero de cono que se pincha en la arena) estaban los come pipas. Éstos tiraban las cáscaras deliberadamente a sus pies, o si querían mostrar cierta arrogancia, sobre su hombro y sin mirar atrás siquiera. ¿Todavía no han entendido que la arena de la playa no es la misma que la del campo?, que aun siendo una guarrada tirar la pipas al campo, al menos son biodegradables. Continuo con la historia verídica, como diría Paco Gandía, jamás me imaginé que se me iba a pegar un chicle en la planta del pie en la playa, y de hecho, no se me pegó tal golosina, pero sí lo hizo una gominola totalmente derretida, lo cual es una experiencia un poco desagradable al tacto.

Ese día, el civismo brillaba por su ausencia, no había más que ver cómo la gente usaba las duchas y lavapiés destinados a las personas con movilidad reducida, tan solo porque estaban más cerca. Yo al menos, me quedé con la conciencia tranquila cuando, al recoger, le dije a mi sobrina que en la playa solo se deja lo que ya está en la playa, es decir nada.

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