OPINIÓN
Cirque du soleil
Me daba miedo encontrarme con algo que sin ser desmerecido me dejara ni fu ni fa, pero nada más lejos de la realidad, lo disfruté con la ilusión de una niña que ve por primera vez su espectáculo favorito
Como colofón a las actividades que programé para mi quince aniversario asistimos al espectáculo 'Alegría' bajo una nueva luz del Cirque du Soleil que hasta noviembre está en Sevilla. Como todo lo bonito que programas con antelación, cuando llega el día se pasa en un ... suspiro, ya hace más de una semana que fui y ni me he dado cuenta. Hace muchísimo tiempo que quería ir, pero por cuestiones de agenda no pude cuadrarlo. El espectáculo tenía mucho años en cartel, desde 1994 hasta la actualidad, con su renovación en 2019 bajo una nueva luz como dice el nombre, por lo que la canción de «Alegría» ha sonado en mi memoria desde siempre. Por lo que cuando fui con unas entradas de primera fila lo hice con el miedo de haber idealizado un espectáculo, que por otra parte tenía ciertas pistas de cómo sería puesto que la gente te habla de ello y aparte hay vídeos y tráilers por todas partes. Me daba miedo encontrarme con algo que sin ser desmerecido me dejara ni fu ni fa, pero nada más lejos de la realidad, lo disfruté con la ilusión de una niña que ve por primera vez su espectáculo favorito, está claro que no es lo mismo verlo en vídeo que en directo. La temática del espectáculo me pareció genial la cual describen en su web como: «En el corazón de un reino que fue magnífico, y que ha perdido a su rey, Alegría presenta la lucha de poder entre el viejo orden y la juventud en lucha por la esperanza y la renovación…» Por un lado los aristócratas y su bufón y por otro los Bronx que se pican unos con otros, y en medio andan los ángeles el espíritu de Alegría y ya está formado el espectáculo con música en directo que te pone los piel de gallina, las barras acrobáticas de los aristócratas, el aro de los Bronx y los espectáculos de vuelo compartidos con unos y otros, powertracks, trapecios sincronizados y volantes, telas aéreas, aros…y que no falten los payasos, que al principio pensaba yo que serían de relleno, pero que tienen su parte de gran peso en el escenario, con viento huracanado y papelillos incluídos. Aparte del impacto de los números, realizados por los numerosos acróbatas (casi un 40% de atletas de alta competición retirados), lo que más me llamó la atención fueron su indumentaria, aficionada a la costura y los disfraces como soy, no pude evitar fijarme en las telas, las costuras, las texturas y los adornos. Y luego me fijé en los cuerpos, vale sí en parte a los abdominales y músculos de los muchachos como una adolescente mirando a su crush, pero sobre todo en cómo se veía el trabajo de los mismos, cómo se bloqueaban los músculos de los que «recibían» al compañero que «volaba» porque eso sí, había dos tipos de musculados, los grandotes de base como yo los llamaba y los finitos de vuelo, tanto masculinos como femeninos. Me quedé tan flipada con los números y la música que intenté obviar la parte más negativa que eran las patadas de los niños de detrás de mi asiento, y los comentarios tipo locutor de radio de la pareja de amigas que tenía al lado, y por supuesto el precio de la restauración de este tipo de eventos que barata no es, pero que va con el pack. No voy a hacer más spóiler, pero decir que el número final protagonizado por los ángeles es simplemente celestial, más de un «uy» y «ah» salió de mi boca y corazón acelerados. En fin salí con una sonrisa feliz por no haberme llevado un chasco y mantener la ilusión circense intacta y también con ganas de montarme en un columpio del parque, como un burdo intento de simular un trapecio imaginario.
