OPINIÓN

Cambio de temporada

Todos tenemos nuestro talón de Aquiles en los que a asuntos del hogar se refiere, porque el que diga que le gusta hacer todas las tareas de la casa sin excepción miente como un bellaco

Patricia Gallardo

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Yo no sé a vosotros, pero el cambio de ropa de una temporada a otra me parece una de las tareas más tediosas de todas las que hay que hacer en la casa. Por eso, así como a lo tonto siempre termino haciéndolo lo más ... tarde posible cuando ya casi no me queda más remedio, no es plan de llevar una camiseta de cuello vuelto a la playa por muy finita que sea, vaya. Como no tengo hijos no me urge hacer el cambio de manera rápida y efectiva, y como tengo un par de habitaciones libres que nadie suele ver a menos que vaya ahí a propósito, pues ahí que voy escondiendo el proceso. Primero lavo la ropa de invierno, es decir la gorda, gorda que no voy a usar y la dejo doblada sobre una de las camas de invitados como yo las llamo, a la espera que me venga la inspiración de abrir altillos y canapés e ir guardando. Como podéis adivinar la inspiración no es que venga rauda y veloz, ni mucho menos. Luego a medida que viene el calorcillo, pero solo durante el día, saco alguna camisetilla u otra prenda liviana, levantando ligeramente el canapé sin abrirlo en todo su esplendor así como la que está robando, porque hasta miro de lado a lado por si me pillan en un renuncio el fantasma que tengo en casa, léase con ironía, y paso con cuatro prendas esa época de incertidumbre comúnmente llamada como entretiempo. Luego cuando el calor se hace más acuciante saco del canapé la bolsa al vacío que había aspirado previamente la temporada anterior y la dejo sobre la otra cama, abriendo la rosca de descomprensión, todos los años me maravillo de la de cosas que se puede meter en una bolsa de esas oye, durante un tiempo, alrededor de unos dos meses conviven las dos temporadas juntas, pero no revueltas cada una en su cama de 90, que diréis ¡qué vaga! y yo pues sí, lo reconozco a boca llena, qué le vamos a hacer. Todos tenemos nuestro talón de Aquiles en los que a asuntos del hogar se refiere, porque el que diga que le gusta hacer todas las tareas de la casa sin excepción miente como un bellaco. Como iba diciendo durante una temporada, ahí que coloco las cosas lavadas y dobladas y usando sota, caballo y rey. El momento de decisivo, el que me obliga a mover ficha, es cuando llegan los familiares a casa y como es obvio tengo que «desenterrar» las camas, está feo que se acuesten ahí encima con todo eso, hasta yo tengo un límite. Ahí ya me entran las prisas, los calores porque solo a mí se me ocurre guardar las mantas después del solsticio de verano, y me pongo catalogar la ropa que quiero guardar y la que quiero desechar antes de meterla en las bolsas de vacío y luego en los canapés y altillos. Tarea nada fácil porque todos los años decimos que vamos a tirar esta o aquella prenda y por motivos de nostalgia: las camisetas del Mundial de Naranjito por poner un ejemplo o por la frase: «Esto no me está bueno, pero está nuevo, a ver si pierdo un par de kilos…», tradúzcase un par de kilos por cinco por lo menos, no tiramos «na de na» durante al menos tres años, que es la media en la que a mí me da el «siroco» y la camiseta de Naranjito termina de trapo para limpiar los cristales, y «lo que no me está bueno este año, me da que el que viene tampoco…» termina en una bolsa para Cáritas u otra ONG, manteniendo así cierto equilibrio entre volumen de ropa acumulado y espacio para esconderla, porque para qué engañarnos con las de ofertas en ropa que hay, ¿a quién no le gusta estrenar algo todas las temporadas? A todos os pasa algo parecido con el cambio de temporada, no lo neguéis.

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