OPINIÓN

Aquellas que me abrieron las puertas

No puedo nombrar a todas ellas, ni siquiera conozco a la gran mayoría

Patricia Gallardo

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Ayer fue nuestro día, mi día, el de mi abuela, mi madre, mis hermanas y mis amigas. El día de las que no conozco y las que algún día conoceré. El día de mis vecinas y sus hijas, de mis sobrinas y mis primas, de ... mis cuñadas y mis compañeras, pero sobre todo fue el día de aquellas que me abrieron las puertas. Aquellas que entraron antes que yo, para que yo pudiera trabajar de algo en lo que sólo trabajaban ellos. Aquellas que cogieron un palo para escribir en la arena, una tiza en la pizarra, un carboncillo en el pergamino o una pluma en un tintero, y los aferraron con determinación y sin que les temblara el pulso, a pesar de sus limitaciones y prohibiciones; lo hicieron por ellas, sí, pero también para que yo hoy pueda estar presente en esta columna. No solo escribiendo, sino opinando. Son muchas las autoras que han escrito a lo largo de la historia, muchas de ellas perdidas en la memoria o entre seudónimos, de los que jamás sospecharíamos que tenían mano de mujer. No puedo nombrar a todas ellas, ni siquiera conozco a la gran mayoría. Pero sí que me gustaría, si me lo permitís, hacer un pequeño homenaje hablando de algunas de ellas. Desde tiempos remotos, tenemos Safo de Mitilene una de las poetisas más sobresalientes de la poesía lírica griega arcaica, muy relacionada con el culto a Afrodita y a la mujer.

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