OPINIÓN
Pasividad
El gobierno ya no se esconde en sus patrióticas proclamas que alzara hasta el propio 23J. Nos ha puesto a unos y otros a ambos lados de ese muro y discute el futuro de España en oscuros conciliábulos con siete votos que en buena lid no pudo obtener
Da miedo qué nos pueda venir a los españoles después de la pasividad con la que estamos mirando las acciones de este gobierno porque, a la hora de no poder aguantar más, siempre hemos sido bastante brutos, la verdad. Y aún lo somos, pues no ... hay nada más que refrescar la historia y hasta la hemeroteca.
En nuestra esencia vive un genio muy nuestro, lo de «hasta aquí hemos llegado», que puede devenir en imparable. Está en nuestro ADN nacional y, cuando salta a la cotidianidad, siempre ha parido algo próximo a ese desastre que arranca desde nuestras entrañas cosas como las de los dos mozos a estacazos que plasmara Goya o las dos Españas que cantara Don Antonio. Cuando ya es demasiado tarde.
Nuestro nivel de resistencia es bastante alto pero ese nivel parece hoy estar algo más que descontrolado y las cosas se inician sin saber por qué, pero de pronto aparecen. Porque se aguanta mucho, porque se abusa más, porque se desprecian sentires, porque las ideologías taponan, qué sé yo. Son tantas las circunstancias que, al final, las cosas pasan porque unos se empeñan en que pasen y ya está.
En estos tiempos constantemente se nos habla de preparar la partición y el reparto de los españoles, los de unos territorios y los de otros. Los signos que nos llegan están pasando de confusos a inquietantes y parece que el gobierno avala estas señales cuando el propio presidente, y en sede parlamentaria, además de reírse a carcajadas, anuncia erigir un muro entre los españoles que separe a los que están con él de los que no lo están. Y esto es lamentable, desalentador y hasta de imprevistos resultados. A un lado sus agradecidos socialistas con puesto y empleo político alcanzados que se apoyan en esa amalgama de independentismos de izquierdas ultraizquierdas y de derechas separatistas de derechas más ultras todavía. Al otro lado, los demás, con la consecuencia de hacernos un Estado en decadencia, débil y dividido internamente.
El gobierno ya no se esconde en sus patrióticas proclamas que alzara hasta el propio 23J. Nos ha puesto a unos y otros a ambos lados de ese muro y discute el futuro de España en oscuros conciliábulos con siete votos que en buena lid no pudo obtener. Ni tan siquiera con el resto de los partidos que le auparon para hacerse con el poder. Un muro cimentado sobre mentirosos cambios de opinión.
¿Qué queda al otro lado? Poco, si los excluidos no se preparan bien, puesto que hay una suerte de escaños que obstinadamente rema en contra de los que puedan bogar desde el otro lado. No hay Estado, si no facciones. Faltan políticos y sobran émulos de gestión. Sí, faltan políticos que traigan a la Nación, además de impulsos económicos, ilusión y valores políticos, morales o sociales que nos devuelvan la importancia de sabernos ciudadanos iguales en una democracia compartida, que refresquen la representación nacional, que no dejen que se alcen muros sino, como cantaba Quilapayún a Guillén, que se abra la muralla.
En fin, que me he levantado apesadumbrado ante la pasividad con estas penúltimas cesiones que España, por mano de Sánchez, se ve obligada a darle al separatismo. Porque son nuestras cosas las que se están liquidando. Nuestra justicia, nuestro dinero, nuestra historia, nuestro patrimonio, nuestro territorio. No las suyas. No entiendo esa pasión por el poder y menos en ellos porque, caramba, quien le lee hoy la cartilla a toda esa izquierda que se sienta tan ufana en el Congreso y que se ve obligada a tragarse «sus principios», es una derecha pilotada desde fuera.
Yo estudié Letras y aún me acuerdo, como tantos con el latín, del comienzo de aquel discurso de Cicerón que empezaba preguntando, «¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra»? ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?