OPINIÓN
Viernes de Dolores
No podemos permitirnos como humanidad dolores inmundos que deben ser desterrados para siempre
Hoy es viernes de Dolores, aunque seguro que a muchos no les parecerá en absoluto una jornada dolorosa, porque precisamente hoy comienzan con ilusión y alivio las esperadas vacaciones de Semana Santa. La celebración de Nuestra Señora de los Dolores es una antigua efeméride mariana ... con muchísimo arraigo en Europa y en América. Prueba de ello son las numerosísimas muestras de piedad popular en torno a su devoción. En este día, se contempla la figura de María en la Pasión, acompañando a Jesús en la distancia y sufriente al pie de la Cruz. La Virgen Dolorosa, como también se la conoce popularmente, encarna siete dolores singulares, padecimientos que sufrió María durante toda su vida y siempre muy relacionados con su hijo. Fue el cumplimiento de lo que le dijo el anciano Simeón al presentar a Jesús en el Templo: «Y a ti una espada te atravesará el alma». Los siete dolores de la Virgen muestran momentos claves de la vida de Jesús y de su camino hacia la crucifixión y muerte. Siete dolores que marcaron la vida de María y atravesaron su alma: La profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del niño Jesús en el templo, el encuentro con Jesús en la calle de la Amargura, el camino al calvario, la crucifixión, el descendimiento de Jesús muerto de la Cruz y el duelo por la sepultura y la soledad. Así, en Viernes de Dolores se nos muestra el dolor de una madre transida de sufrimiento por su Hijo. Así nos la representa la iconografía: de negro, con una espada atravesándole el corazón, con lágrimas en los ojos, las manos con los dedos entrelazadas en actitud de súplica desesperada en medio del dolor y la cara desencajada de tanto sufrimiento.
El dolor de María enlaza directamente con el dolor de tantas madres que han sufrido el padecimiento más grande y desolador que existe: la muerte violenta de un hijo. A su vez, su dolor conecta con el de muchas mujeres que sufren en sus carnes el peso de la amargura, el desamparo y la tribulación. En un contexto donde tantas mujeres, en tantos lugares y tantas veces, sufren discriminación, abusos, explotación e incluso la muerte, esta celebración puede servir para poner el foco en la necesidad de erradicar tanto dolor injusto, atroz y gratuito.
El dolor es un compañero de viaje inevitable y presente en diferentes momentos de nuestra vida, con el que aprendemos a convivir a regañadientes, buscando paliarlo y vencerlo. Ingrato malestar que se vuelve pesadilla cuando se hace crónico. Con dolores de parto nacimos y con dolor y miedo nos visitará la muerte, cuando nuestra fría derrota se mezcle con el llanto de quienes nos despidan. El dolor se expresa en sus múltiples formas, castigando el cuerpo o golpeando la mente, poniendo en jaque nuestras fuerzas y haciéndonos andar sobre la cuerda floja de la vulnerabilidad. Hay dolores furtivamente sobrevenidos, los hay accidentales, y otros son buscados, pero el sufrimiento que nace de la injusticia, de la ambición, de la indecencia, de la maldad en todas sus formas, ése, no puede permitirse ni ser digerido.
En los umbrales de esta semana santa 2023, el mundo sigue en cruz, henchido de dolor, sangrante por muchos costados con heridas provocadas por las guerras, el hambre y la violencia en todas sus formas. El mundo sigue girando necesitado de tratamiento y de cura. No pueden perpetuarse contextos y estructuras de dolor, dinámicas que convierten la vida de muchas personas en un valle de lágrimas. No podemos permitirnos como humanidad dolores inmundos que deben ser desterrados para siempre. En este viernes de dolores queremos sumarnos a la reivindicación clara e inaplazable de seguir trabajando por un mundo más justo. Allí donde estemos cada uno de nosotros, surgirá siempre la oportunidad de ser bálsamo para quienes transitan a nuestro lado con el corazón roto. Que el dolor nunca sea más fuerte que nuestra determinación y esperanza.
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