opinión

El mundial de la vergüenza

«Es necesario que se incluyan cláusulas firmes y unas condiciones innegociables a la hora de organizar cualquier evento deportivo»

Los noticiarios no paran de anunciar la cuenta atrás para el comienzo del ansiado mundial de fútbol. Como cada cuatro años, los apasionados del balompié se dan cita en una fiesta que congrega a gente de muchas latitudes, y que es capaz de unir los ... dos hemisferios en un gran balón colectivo, imperfecto y ligeramente ovalado, llamado tierra. En estos tiempos de tristes guerras y tristes armas si no son las palabras, al menos una vez cada cuatrienio, los humanos nos ponemos a jugar juntos para despistar la crudeza, e invertir energías en algo trivial y efímero, que damos por bueno, porque al menos durante el tiempo de juego no invertimos fuerzas en destrozarnos unos a otros.

Me gusta pensar que el mundial es la oportunidad de recuperar aquella bendita ilusión infantil de los maravillosos días de fútbol en el colegio o en la plazoleta del barrio, cuando los partidos eran la excusa para encontrarnos y tejer redes de amigos, de aquí y allá, aprendiendo juntos a gestionar las derrotas y las victorias, a resolver los conflictos, asimilando en la genuina escuela de la calle, la necesidad de respetar el código de honor para que el partido fuera limpio y honesto.

Hoy, con un fútbol tan profesionalizado y tan monetizado, cuesta a veces encontrar ese remanente de credibilidad en jugadores que viven como estrellas galácticas. Los grandes intereses creados entorno a este deporte han desdibujado la esencia del viejo balompié, ese que llegó a España desde Inglaterra haciéndose presente por primera vez en las minas de mi querida Huelva natal, cuando se jugaba con balones de cueros cosidos e incómodas costuras externas. El fútbol, convertido ahora en producto, se vende al mejor postor. Don dinero manda, y ahora, los señores del dinero de Qatar han comprado un mundial, que tenía un precio y se ofrecía a cualquiera que pudiera pagarlo.

Pues, sin querer aguarle la fiesta a nadie, pero con claridad y distinción, no todo vale, y menos en una disciplina que pretende erigirse como plataforma de deporte educativo y fuente de valores para los niños y niñas del mundo. Salen al paso datos que dan vergüenza y ponen a este mundial en la palestra de la hipocresía más indecente. Amnistía internacional ha denunciado que migrantes procedentes de Bangladesh, India y Nepal trabajaron en la reforma del emblemático estadio Jalifa en condiciones de explotación, con incontables muertos por las pésimas condiciones de seguridad y de vida. Una investigación de 'The Guardian' cifraba en 6.500 las muertes en Qatar por causas laborales de inmigrantes, desde que fuera nombrado sede de la Copa Mundial de 2022. Algunos han sido objeto de trabajo forzado. No podían cambiar de trabajo, no pudieron salir del país y han tenido que esperar meses para cobrar sus salarios. Todo, mientras, la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas se preparan para obtener ingentes beneficios económicos de la celebración del torneo.

Para agravar más la pésima categoría moral del país escogido, la diversidad sexual es censurada con intolerancia y la criminalización de la comunidad LGBT. El sistema judicial catarí castiga los actos homosexuales con más de 5 años de encarcelamiento o la deportación si son extranjeros. Tampoco escapan las mujeres de un trato anacrónico y patriarcal. El sistema discriminatorio de tutela masculina niega a las mujeres el derecho a tomar decisiones claves sobre sus vidas. Derechos Humanos denuncia que las mujeres en Qatar deben conseguir el permiso de sus tutores masculinos para casarse, estudiar en el extranjero, acceder a muchos empleos, viajar al extranjero y recibir algunas formas de atención de la salud reproductiva. Este sistema discriminatorio también niega a las mujeres la posibilidad de desempeñarse como tutoras principales de sus hijos e hijas, aunque estén divorciadas y tengan la custodia legal.

Llegados a este punto, hay que decirlo alto y claro: esto no se puede repetir. Es necesario que se incluyan cláusulas firmes y unas condiciones innegociables a la hora de organizar cualquier evento deportivo. No pueden ni deben celebrase en países que no contemplen el respeto a los derechos humanos. A pesar de todo, deseo un mundial en paz, y que gane el mejor, a sabiendas de que muchos ya han perdido antes de empezar.

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