opinión
62 años de aquel 25 de Noviembre
«Ante este panorama, salen al paso retos para prevenir y erradicar esta vieja lacra que no puede perpetuarse en el tiempo»
Hoy se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una violencia diversificada en variadas formas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física, sexual, verbal, psicológica y en el peor de los casos, el asesinato. ... Sufrida en todas las generaciones, desde la niñez hasta la ancianidad, se manifiesta en muchos ámbitos de la vida social, laboral y política, y se articula tristemente en muchos escenarios: en la propia familia, en las calles, en ámbitos religiosos, y en los Estados.
Hoy conmemoramos el triple asesinato de las hermanas Mirabal, acontecido hace 62 años. Patria, Minerva y María Teresa fueron tres activistas políticas en la República Dominicana. A finales del 1950, tras el triunfo de las revoluciones en contra de las dictaduras que sufrían algunos países latinoamericanos, fundaron el grupo revolucionario 14 de Junio. Este grupo plantó cara al dictador Rafael Leónidas Trujillo, dirigente de la República entre el 1930 y el 1961. A consecuencia de su activismo, las tres hermanas fueron torturadas y encarceladas en distintas ocasiones y, finalmente, el 25 de noviembre del 1960 fueron secuestradas y golpeadas por órdenes del dictador. El asesinato de las hermanas Mirabal generó un sinfín de protestas en el país y las convirtió en un símbolo latinoamericano en la lucha contra la violencia hacia la mujer.
Parece mentira que hoy en día haya discursos negacionistas que traten este tema como algo marginal, discutible o de carácter menor. Los datos de la ONU sobre esta tragedia son contundentes y aterradores. Un 38 % de los asesinatos de mujeres perpetrados en el mundo son cometidos por su pareja, siendo el ámbito familiar y de pareja donde se produce el mayor número de casos de violencia contra la mujer. El 50 % de los asesinatos de mujeres en el mundo son cometidos por un familiar o compañero sentimental y el 35 % de las mujeres habrían sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja. Unos 120 millones de niñas de todo el mundo han sufrido relaciones sexuales forzadas, mientras la trata de personas se convierte en una trampa para mujeres y niñas que terminan en las redes de la esclavitud sexual. Ser niña sería uno de los factores de riesgo, junto a con pertenecer a una clase desfavorecida o a una minoría. 700 millones de mujeres que viven actualmente en el mundo fueron casadas con menos de 15 años, siendo más vulnerables a la violencia ejercida por el esposo. No olvidemos, en estos tiempos de guerra, que en los conflictos armados la violación sistemática se convierte en un arma. Triste resumen: en el mundo son asesinadas dos mujeres por cada hombre asesinado. Para cerrar esta crónica vergonzosa, más de 133 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital.
Ante este panorama, salen al paso retos para prevenir y erradicar esta vieja lacra que no puede perpetuarse en el tiempo. Hay líneas de trabajo en muchas direcciones. Es preciso ratificar los tratados internacionales que protegen los derechos de las mujeres y de las niñas, y garantizar que las leyes nacionales observen las normas internacionales en materia de derechos humanos. Es necesario adoptar y cumplir las leyes para poner fin a la impunidad, juzgar a los culpables de violencia, y otorgar reparaciones y soluciones a las mujeres por las violaciones de que fueron víctimas. Urge crear planes nacionales y locales de acción. Es fundamental hacer que la justicia sea accesible para las mujeres y las niñas brindándoles servicios jurídicos gratuitos. Hay que poner fin a la impunidad frente a la violencia sexual en los conflictos, juzgando a los culpables en contextos de conflicto y de post conflicto. Es preciso invertir en igualdad y en el empoderamiento de las mujeres para enfrentar las causas de base de la violencia. Se necesita involucrar a los medios de comunicación en la creación de una opinión pública, a la vez que garantizar que el sistema educativo empodere a las niñas y a los niños y forme en relaciones de género basadas en la armonía, el respeto mutuo y la no violencia. Y a pequeña escala, en nuestra vida cotidiana, ser hombres y mujeres de paz, comprometidos con esta causa que es de todos y de todas.