Olor a libros nuevos
Cuando iniciamos esa nueva aventura de sacar una agrupación, el hipocampo se encarga de recordarnos muchos de esos septiembres anteriores donde pusimos en marcha la maquinaria
Mi infancia son recuerdos de un patio de colegio en Cádiz. El por entonces grupo escolar Miguel Primo de Rivera situado en la calle San Rafael, que luego cambió su nombre por el del santo, fue mí escuela en la niñez. Desde párvulos hasta octavo ... de EGB pasé una de mis mejores épocas según cuentan mis recuerdos y aunque me hicieran cantar obligatoriamente el 'Cara al sol' cada mañana y 'Con flores a María' todos los meses de mayo. En septiembre llevábamos las ganas por estrenar nuestros cuadernos Guerrero, bolígrafos Bic, lápices y sacapuntas Staedtler y la escuadra y el cartabón marca Faber Castell. El olor a libros nuevos y a gomas Milan invadían nuestra mente generando recuerdos en esa estructura cerebral en forma de caballito de mar llamada hipocampo, almacenándolos para siempre en ese almacén que hay en la corteza prefrontal de la parte frontal del cerebro.
Recuerdos que a nada se les invoquen con algún detonante salen al exterior de inmediato a nuestro pensamiento, no solo con imágenes sino también de forma olfativa. A medida que estos recuerdos transcurren en el tiempo pasan al sistema límbico, que es un grupo de estructuras interconectadas en lo profundo del cerebro responsable de las respuestas emocionales y de comportamiento. Mis efemérides infantiles fueron amables en su mayoría por la suma de acontecimientos positivos que guardé en mí hipocampo. Las emociones que guardo de aquella época son maravillosas, aunque hay alguna negativa que quedó para los restos.
Tendría seis años, no más, una tarde el director del colegio un tal don Santiago, que tendría que ser familiar o amigo íntimo del mismísimo Franco, me propinó un guantazo con tantas ganas que aún siento el calor de su enorme mano en mi cara. Un cachetazo a un niño de seis añitos me parece tan cruel antes cómo ahora, tan solo por levantar la cabeza de mis brazos en la minisiesta obligatoria, en fin, eran otros tiempos que dirán algunos, aunque para mí sea memoria histórica.
Cuando iniciamos esa nueva aventura de sacar una agrupación, el hipocampo se encarga de recordarnos muchos de esos septiembres anteriores donde pusimos en marcha la maquinaria. Los años dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no es tal así. Mi hipocampo creó recuerdos donde dicen que antes el personal era más entusiasta y agradecido, más comprometido y colaborador, pero sobre todo menos individualista. Los componentes de hoy día no son mejores ni peores que antes, son distintos. Exceptuando a tus íntimos y amigos de siempre la mayoría de componentes cumplen con lo justo en los apartados de responsabilidad, pasión, colaboración, estudio, asistencia…
Los autores, directores y pocos más son los que empujan al resto del grupo en el día a día. Los tiempos cambian y la mentalidad actual es distinta a la de entonces. Los años pasan para todos y cuantos más mayores nos hacemos mas impacientes e intransigentes nos volvemos. Los que llevamos en los mandos de estas naves muchas décadas necesitamos ahora apoyo de los más jóvenes, su entusiasmo. Tenemos que sentir su frenesí y su optimismo, su fuerza y aire fresco que sirvan para archivar nuevos recuerdos amables en nuestro frontal derecho del cerebro.
En este septiembre el conocer que mi amigo y componente Peyo va saliendo de ese pequeño bache transitorio será el mejor acontecimiento posible para guardarlo en mi sistema límbico, no puede haber emoción más alegre y positiva. Ni el comienzo de los ensayos.
Ver comentarios