OPINIÓN
Copiar y pegar
Cuando me pongo a componer música para el carnaval o letras para mis composiciones o artículos como éste, pienso que podría escribir mejor y con más calidad si imitara a esos grandes maestros de nuestra fiesta
Cada vez que me pongo delante de la tablet para empezar un nuevo artículo siempre tengo la misma sensación. Siento que quizás no tenga un nivel adecuado para ponerme a escribir y que con solo el atrevimiento de acomodarme para hacerlo, habrá quien esté clamando ... a Lorca o removiéndose nervioso en las esferas más culturetas de nuestra ciudad y sobre todo en aquellas menos culturetas donde aún existen esos que piensan que los toreros son artistas y la homosexualidad una enfermedad curable.
Cuando me pongo a componer música para el carnaval o letras para mis composiciones o artículos como éste, pienso que podría escribir mejor y con más calidad si imitara a esos grandes maestros de nuestra fiesta.
Podría escribir al estilo de Juan Carlos Aragón diciendo que Cádiz es una entelequia subliminal que reside en el súper yo de todos aquellos que encuentran en el mar su paz más nihilista, un lugar del sur donde deberías de morir unas cuantas veces antes de poder vivir de verdad, como diría Bukowski.
También podría imitar en mi lenguaje a otro de los grandes como fue Don Antonio Martín y decir en pocas palabras que tengo dos novias tan bellas que remueven los cimientos de mi mente las dos por igual, una del barrio germinal del carnaval y otra de donde el Greñuo pasea el jueves santo gitaneando al compás de los calés.
Escribir también al más puro estilo de Antonio Martínez Ares y esconder el desenlace de mis escritos hasta la ultima palabra y decir que la vida es una buena obra de teatro con un tercer acto mal escrito, como diría Truman Capote, escribiendo con la maestría de Ares sobre una preciosa caracola que al final resultaba ser un ermitaño caletero.
Podría imitar con mis palabras a esos escritores jóvenes de comparsas, de chirigotas o de coros que utilizan los mejores pasajes literarios de otros para camuflarlos dentro de su obra, autores que si los ves por la calle llevan escrito en la frente con luces de neón «somos los nietos de Dios por nuestro arte», como dijo de los grandes pintores en su cuaderno de notas el gran Leonardo Da Vinci.
Esto está pasando en nuestras coplas del concurso e incluso de la calle. Agrupaciones oficiales y callejeras que imitan los recursos y estilos literarios de otros abandonado su identidad propia, hasta la forma de moverse y de plantear la idea con el disfraz o tipo clavado a sus referentes. Podríamos decir que la mayoría de grupos sigue un patrón reconocido y con tan solo verlos en escena y oír la primera copla, sabríamos a quien imita o cual es el estilo que le cautiva. Parecerse a alguien no es malo, lo que no es de recibo es copiar y pegar, aunque tus copias superen al original en algunos casos.
Ojalá tuviese el don de Paco Alba, Villegas, Téllez, Beatriz Estévez, Javi Osuna, Pedro Romero, Tamara García, Paco Rosado, Ripoll o Yolanda Vallejo. Gente brillante con estilo propio, sin imitaciones ni caricaturas de nadie.
Escribir estos artículos copiando a otros me ofrecería un salto de calidad lingüística sin duda pero no sería yo.
Terminarlos al más puro estilo de Virginia Woolf diciendo que «no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente», expresaría de forma enriquecida que escribo del montón, pero siempre libre y al estilo de Nandi Migueles.
¿Quieres boquerones o pijotas? Aligera que me voy.