Opinión
Este año no salgo
Un sinfín de contras que tapan cualquier esperanza de ansiar el comienzo de un nuevo proyecto
Esa es la frase que todos los años los carnavaleros más repetimos al terminar el carnaval. El hastío de los ensayos, la falta de sueño, el cansancio general, el desengaño por los premios, las críticas nocivas, el desencanto de la calle, el tiempo invertido, el ... abandono de otras actividades, dejar a un lado tu ocio privado, la decepción de aquellos que abandonan tu barco, las preocupaciones, el estrés de llegar a tiempo… todo esto hace que cuando se acaba el domingo de piñata nos digamos a nosotros mismos ya no salgo más, no merece la pena.
Un sinfín de contras que tapan cualquier esperanza de ansiar el comienzo de un nuevo proyecto.
Sin embargo, van pasando los meses y encontramos el lado positivo de lo que viviste. Empiezas a ver que te divertiste mucho aquel u otro día, que el público se entregó contigo en aquella esquina, que son muchos los que te paran para animarte y decirte que éramos los mejores para ellos, que no dejemos nunca esta afición porque son numerosos los que nos siguen y nos esperan con ansias.
Motivos que sacuden a tu corazón para despertarlo, como si esas palabras de aliento se tratasen de un desfibrilador para seguir latiendo hacia adelante y continuar otro año más en esta fiesta.
Cuando al fin decides seguir y empezar otro nuevo proyecto, empiezan los ensayos. Una dinámica dura y cansina que el paso del tiempo y la edad propia los hacen mucho más pesados, no por el aprendizaje y estudio del repertorio, pues eso es lo más divertido, sino por el arranque de acudir cada jornada al ensayo muy al final del día y regresar muy tarde a casa cada noche, los días se hacen muy largos y el despertador no te da tregua.
Como por arte de magia, tu mente empieza a sacar cosas positivas del nuevo proyecto y llega ese 'clic' inesperado que le da un vuelco a todo donde empiezas a ver las cosas de otra manera, la esencia de todo esto, el veneno que cuentan que existe de Cádiz. Eso por lo cual nos embarcamos cada año y no sabes explicarlo con palabras. Lo que pone tu carne de gallina y emociona tanto, el que le da un pellizco a tu corazón y le dice '¿Ves como merecía la pena?'. En mi caso, el tango de Cádiz.
Esas composiciones genuinas de nuestra ciudad son más fuertes emocionalmente de lo que parecen. Te hacen camuflar tus penas y sirven para que olvides durante ese tiempo del ensayo tus problemas, tus males físicos o males de amores, tus trabajos pendientes, tus responsabilidades, tus lágrimas, tu cansancio y hasta tu mala suerte.
Los tangos y los pasodobles son un antídoto contra el virus del cansancio y la monotonía carnavalesca, sobre todo para el que lo interpreta. Para los autores son el antibiótico para sus dudas e infecciones que cogen cada febrero vivido.
Aunque puedan parecer pensamientos cursis y románticos, nuestras composiciones genuinas son el alma de la fiesta, la que sostienen nuestra afición, las que dan ese masaje necesario cuando más dolorido estamos. Sin ellas esta fiesta se convertirían, y con todos mis respetos hacia ellos, en un carnaval brasileño, canario o veneciano.
No tiene explicación científica pero estas piezas musicales son adictivas para aquellos que llevamos este veneno intrínseco, por eso cuando llegue de nuevo el Domingo de Piñata diré eso de que ya no salgo más, luego ya veremos.
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