OPINIÓN
Agitar la coctelera
Las agrupaciones callejeras, los romanceros y algún grupo de élite del concurso reparten la atención del público por las calles junto a los coros
En algún momento de nuestra vida a todos nos habrá surgido la idea de cambiar el rumbo de las cosas con un golpe de timón, agitar la coctelera.
En la política sucede mucho, existen los llamados cambios de chaqueta y cambios de coalición o de ... acuerdos entre partidos según les haya ido en las urnas. Esperemos que en España se tome el ejemplo de Francia de no cambiar radicalmente y frenemos el avance de la ultraderecha por el bien de todos.
En el ámbito laboral la mayoría de nosotros ha pensado cambiar de trabajo alguna vez en su vida, bien por el descontento con las condiciones del puesto o por cansancio de hacer siempre lo mismo y en el mismo lugar.
En nuestro hogar cuántas veces hemos cambiado de forma el salón o hemos dado un lavado de cara a la cocina.
Cambiar de piso, de coche, de ciudad, de bar en el desayuno, cambiar de look, de amistades, mover las cosas para que pasen otras nuevas y no caer en el conformismo más cansino.
En carnaval somos poco dado a mover algo, lo último que se ha puesto sobre la mesa era quitar una fase del concurso y dejarla en tres en lugar de cuatro como hasta ahora. De antemano se veía que no iba a prosperar como así ha sido.
Los carnavaleros no estamos mucho por cambiar lo establecido, llevamos años diciendo que esto necesita una revolución y nunca lo hacemos, será que la lucha y el carácter reivindicativo se queda sobre el papel y solamente cuando estamos cantando sobre las tablas.
En el carnaval de la calle se nota más lo del cambio. Lo que antes era un dominio y protagonismo de los coros ahora pasó a manos de más modalidades. Las agrupaciones callejeras, los romanceros y algún grupo de élite del concurso reparten la atención del público por las calles junto a los coros.
Algunos se empeñan en captar adeptos incorporando luces, bailes, amplificadores, baterías y percusión injustificada. Otros en salirse de los carruseles oficiales para estar tranquilos en su lugar de confort con un público especifico de amigos y familiares. Alguno intenta desacreditar al compañero con su afán de protagonismo sin darse cuenta que segundas partes nunca fueron buenas y que una retirada a tiempo es una victoria. La casualidad hace que esos salvadores de la patria que ahora abogan por un carrusel puro de tangos y con tractores invisibles fueron los primeros en abandonar la plaza para buscar otros sitios más tranquilos y sin tanto agobio de gente. Ahí empieza el problema. Comenzar en horario infantil, ampliar los sitios de ubicación de las bateas, cambiar los tractores por mulas o cantar solo tangos, no hará que el público vuelva a engancharse por el coro, para ello habría que matar a la comparsa.
Los admiradores o seguidores del tango y del coro cada vez son más exclusivos. No hay tanto público generalista para expandir los carruseles por toda la ciudad, otra cosa es que no que se quiera cantar más de la cuenta. Antes, los coros empezábamos a la una de la tarde y estábamos cantando hasta más allá de las de las diez de la noche, había público para ello. Existían grupos de aficionados por toda la plaza que nos esperaban.
Los coros debemos de aglutinar a nuestro público y volver todos a la plaza, allí fue donde crecimos, por muy incómodos que se sientan los señoritos.