OPINIÓN

El mundo que queremos

El mundo es un cuerpo común, donde siempre hay que dejar pasar, asistir y ayudar al que lo necesita

Cuanto más se conoce el planeta, más grande sigue siendo. Los que somos asiduos viajeros por el orbe, constatamos que siempre por más que viajemos, el mundo que nos queda es mayor de lo que creemos. No es cuestión solo de turismo, la mejor virtud ... de viajar es compartir como son y cómo viven los mismos ciudadanos que en cada ciudad se asientan. La amplitud de mente y de conocimiento, permiten la comprensión del otro, como diría H.G. Gadamer, haciendo más fácil situarse en el entendimiento mutuo, basado en el respeto a sus costumbres, y lo más importante sus creencias.

El fenómeno del mestizaje, trasladándonos a los fenómenos actuales, no los de la colonización de otros siglos que establecieron ficticias e interesadas fronteras como loteo histórico de los países, es un movimiento que, como la electricidad, surge por las diferencias de tensión entre países. No solo la distinción económica de sus suelos, sino por sistemas que no procuran la seguridad de todos sus pobladores. Aquellos lugares en donde no se puede soportar la imposible subsistencia, buscan naturalmente nuevos horizontes. Es fácil entenderlo y debe asumirse como servidumbres del contexto global, que ha permitido ponerse a sí mismo en evidencia con los graves problemas de un mundo complejo. Las diferencias deben reducirse a través de obligadas transferencias de riquezas, para que esa solidaridad mundial rebaje las presiones y sobretodo las pérdidas de vidas, sin sentido ni culpa.

Hemos visitado muchos países, el último Rumania, un destino que por poco conocido parece lejano y extraño. Todo lo contrario, es un país excelente muy recomendable. Despeja esa incógnita de la incertidumbre de tener prejuicios por una falsa o interesada información, que no da certeza ni creencia a su verdad. La creación de la UE está consiguiendo crear un mantel de muchos recortes que, unidos, formaran el congreso común de naciones unidas reales por un futuro común. Nacimos juntas en el continente más desarrollado del mundo. Nuestras antiguas y duras historias, enormes y singularmente nobles desde la base medieval de las naciones, nos hace diversos y felices en la distinción de nuestros orígenes. Sin embargo, la solución de las carencias está en la agregación por un mañana que nos debe igualar.

Un mundo que plantee su estabilidad en la defensa absoluta de sus inconsecuentes rayas en la tierra y el agua, no tendrá más vida que un rastro de violencias y perdidas inevitables. Nunca conseguirá ser libre ni feliz. En estos tiempos, donde dar es más importante que tener, los repartos hacen justicia en las insuficiencias. Mantener las guerras de fatuos imperialismos, solo puede llevarnos a tiempos oscuros. Conocimos en el bellísimo país rumano los catequéticos templos ortodoxos, que son como los católicos, pero con más arcángeles, más frescos y menos imágenes. Predios anteriores, donde las ciudades fueron ellos mismos fortificados. Hoy, al visitarlos, comprobamos que ha pasado un tiempo que solo se soporta, en el reconocimiento y el respeto de los acuerdos para vivir.

El mundo es un cuerpo común, donde siempre hay que dejar pasar, asistir y ayudar al que lo necesita. Siempre con el consciente deseo de hacer sus lugares de origen, más desarrollados y seguros y así permitir su retorno y el progreso por ellos mismos. Un equilibrado mestizaje para el entendimiento, mediante la experiencia de una naturaleza humana única, que defienda las culturas propias y las de los demás, porque ellas nos hacen estar orgullosos de poblar este planeta. Salud.

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