XXV

Nuestro deber es, por tanto, avivar la llama del Espíritu de Ermua para que, dentro de 25 años, no se haya apagado y siga con fuerza.

Cuando se cumplen años, los números acabados en cero o en cinco, suelen ser significativos: sirven para hacer balance de lo que ha quedado de esa fecha marcada en el calendario.

Posiblemente estos 25 años que se conmemoran en esta semana correspondan a uno de ... los cinco acontecimientos más relevantes de la historia de España en las últimas tres décadas. Porque esta semana hace 25 años que un chico de Ermua, que entró en política porque quería un polideportivo para su localidad natal, fue secuestrado y asesinado por quienes no deberían tener, ni siquiera, la condición de personas. ETA mataba a Miguel Ángel Blanco quitándole lo que más amaba: su vida. De paso, en un intento fallido de chantajear al Gobierno de España, destrozaba a una familia para siempre. La ETA de siempre: la de Hipercor, Gregorio Ordóñez, la de los tiros a sangre fría, Rentería y los coches bomba de Madrid o Zaragoza, volvería a matar y lo seguiría haciendo.

Sin embargo, nada sería igual. Como muchos saben, las calles de España se inundaron de manos blancas y, por una vez en mucho tiempo, dejamos nuestras diferencias y nos unimos en torno a una misma causa: defender nuestra libertad y la de aquellos que la defendían.

25 años después: ¿Qué nos queda de esa España unida y libre de miedo? ¿En qué hemos avanzado? ¿Qué queda pendiente en esa defensa de la memoria, dignidad y justicia de las víctimas? ¿Está garantizada nuestra libertad frente a quienes consideran que pueden ejercer la violencia para limitarla?

No hay duda de que, en estas dos décadas y cinco años, hemos conseguido lo principal: que llevemos más de una década sin que ETA vuelva a matar. Lo hemos hecho con la paz y la palabra pero, sobre todo, como dijo Victoria Prego: «con toda la ley». Porque esos héroes que forman nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dejándose la piel y la vida, son los que han conseguido desarticular el mayor problema que ha tenido nuestra democracia.

A pesar de eso, 25 años no han sido suficientes para que todos entiendan que no se puede equiparar a quien pone la nuca y a quien aprieta el gatillo, da la orden o pulsa el botón de un detonador para matar a decenas de personas. Porque, precisamente, en estas fechas, se prevé la aprobación de una ley que hace precisamente eso: fusionar el lado correcto de la historia con el erróneo. Una ley que todo partido político con vocación de gobierno debe derogar inmediatamente si vuelve a tener mayoría.

Precisamente, en estas fechas, la izquierda abertzale, en un amplio porcentaje compuesta por los herederos de quienes elegían los objetivos y los señalaban, insultaba y amenazaba públicamente al alcalde de Pamplona y a la corporación municipal. En estas fechas, también, se intentaba vetar la intervención de la hermana, del homenajeado, Mari Mar Blanco, en el principal acto institucional.

Por eso, no está todo hecho. Queda mucho camino por recorrer para que los que perdieron frente a la ley no ganen la batalla del relato. Y, sobre todo, queda mucho por transmitir. Ahí, los que teníamos, a penas, un par de años cuando mataron a Miguel Ángel, tenemos una gran tarea.

El sábado, Bea Fanjul, la única diputada constitucionalista que tiene el País Vasco en el Congreso de los Diputados, desde Ermua, municipio vizcaíno donde todo empezó y arropada por cientos de personas de su generación, prometía a Mari Mar que la organización que dirige conseguiría que todos los jóvenes de España, conozcan la historia de Miguel Ángel Blanco. Que esa encuesta que decía que 4 de cada 10 no sabían quién fue, quede en el olvido.

Nuestro deber es, por tanto, avivar la llama del Espíritu de Ermua para que, dentro de 25 años, no se haya apagado y siga con fuerza. La fuerza que nos dio Miguel Ángel para, unidos, defender la vida y la libertad.

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