OPINIÓN
Valores perdidos
Las personas que forjaron nuestro sistema actual y que participaron en la Constitución, así como las que llevaron las riendas de la política en las últimas décadas del siglo pasado y comienzos de éste, eran personas, por lo general, que respetaban valores hoy perdidos
Seguramente hayamos escuchado alguna vez aquello de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Como muchos refranes o frases hechas no siempre son ciertos. Tanto a nivel personal como en general, si uno mira hacia atrás, encontrará cosas en un tiempo anterior que funcionaban mejor y ... otras que, en ese momento, eran peores.
Si analizamos cómo ha evolucionado el mundo, veremos que hay dos aspectos en los que, indudablemente, hemos avanzado: por un lado, la innovación científico-tecnológica que, normalmente, mejora nuestra calidad de vida y, por otro, el respeto a ciertos derechos humanos que nos hacen vivir en países con más libertad y, en principio, seguridad. Esto, especialmente se da en Occidente, donde a comienzos del s. XX por casi cualquier motivo se podía comenzar una guerra entre países europeos. Por tanto, en esos dos ámbitos, la frase citada al principio de este artículo no sería verdad, aunque todavía haya lugares - por poner un ejemplo actual, Venezuela - en los que los DDHH se pisoteen con frecuencia.
Sin embargo, si miramos alrededor, podemos ver otros elementos en los que quizás no estemos ahora mejor que antes. Y no hace falta ir muy atrás, sino simplemente un par de décadas, a lo sumo tres. Siguiendo esa lógica, lo primero que nos viene a la mente es el funcionamiento de la política. Aquí sí, esa frase de que «cualquier tiempo pasado fue mejor» encajaría con mayor facilidad, aunque siempre con matices. Y es que, muchos coinciden que el nivel de nuestros políticos hace unos años era mejor que el actual.
Las personas que forjaron nuestro sistema actual y que participaron en la Constitución, así como las que llevaron las riendas de la política en las últimas décadas del siglo pasado y comienzos de éste, eran personas, por lo general, que respetaban valores hoy perdidos. Personas con ideas, formación y discurso construido, no sobre mensajes simples y efectistas, sino apoyado en argumentos de fondo. Personas en las que valores como el respeto a las formas y al adversario, así como la seriedad y el rigor, tenían importancia. Y muchos son los que coinciden en que todo eso, en los últimos años, de manera acelerada, se está disipando. No solo en la política, que es solo el reflejo de la sociedad, sino en muchos otros lugares de la vida.
La corriente nos lleva, empezando por mi generación, la generación joven, a que obviemos la importancia de esos valores. Y tan perdidos están que antes, lo «antisistema», era seguir a la izquierda. Ahora, lo «antisistema», o por lo menos, lo «anti establishment sanchista» empieza a ser el hecho de defender ideas más conservadoras y valores que chocan con toda la envolvente «woke».
Por eso, no debería sorprendernos que Pedro Sánchez encuentre tantos «agujeros» en nuestra legalidad para hacer lo que le plazca y que, a veces, sea muy difícil frenarlo. Y es que, nuestro sistema, en 1978, fue construido por personas que, por lo general, entendían que en la vida había ciertos límites y líneas que no se podían traspasar. Líneas que no eran necesarias especificar de manera explícita. En cambio, para quien nos gobierna, estas limitaciones y valores parecen no existir.
Para cambiar esta situación, efectivamente, hay que destapar y señalar cada escándalo actual. Sin embargo, hay que trabajar también en el origen de la solución. Éste pasa por abanderar una sociedad que, mirando especialmente a los jóvenes en este aspecto concreto, vuelva a las raíces de nuestro sistema. No para retroceder, sino para caminar hacia la verdad y recuperar esos «valores perdidos» que, desde nuestro Gobierno, están contribuyendo, con cada acción, a enterrar.