Opinión
Tempus Fugit
El tiempo es, quizás, el único elemento natural que el ser humano no ha sido capaz de atrapar
El año va llegando a su fin como un reloj de arena que apura los últimos granos. Normalmente, se asociaba el paso del tiempo, ese concepto latino del «tempus fugit», a las personas mayores. Eran ellas las que solían afirmar que los segundos, minutos, horas, ... días, semanas, meses y años pasaban por delante como pasa un Fórmula 1 por la línea de meta en una carrera. Sin embargo, muchos jóvenes, en el último tiempo, también coinciden en que el tiempo pasa, cada vez, con mayor celeridad.
El tiempo es, quizás, el único elemento natural que el ser humano no ha sido capaz de atrapar. Sabemos controlar y utilizar el fuego; hacemos lo propio con el agua, incluso, el viento nos lleva sirviendo varios siglos como fuente de energía. Sin embargo, el ser humano, desde la Creación, a pesar de todos los avances, no ha sido capaz de controlar el tiempo. A pesar de que es, realmente, el bien más preciado, por encima del dinero, porque tener dinero y no tener tiempo suele ser un desperdicio.
El tiempo es eso que transcurre entre las uvas de Nochevieja y, de repente, casi sin que nos despeinemos, hace que volvamos a estar en la misma situación un año después. El tiempo son las, aparentes largas tardes de estudio de nuestra infancia o los veranos de casi tres meses que, como indulto, nos proporcionaba el calendario escolar. El tiempo es lo que nos gustaría poder parar cuando dormimos, cuando estamos felices y cuando estamos rodeados de nuestros seres queridos. El consejo de un padre y el cariño infinito de una madre. El tiempo es lo que queremos consumir rápidamente cuando algo no nos gusta, cuando nos aburre o cuando lo pasamos mal. El tiempo son los viajes que hemos hecho a lo largo de nuestra vida y que quedan guardados en nuestra retina. Los amores que hemos vivido y lo que queremos consumir eternamente con el que elegimos como definitivo. El tiempo son las buenas comidas que hemos disfrutado y aquellas que hemos aborrecido. Es lo que dura nuestra canción favorita. El tiempo son las casi 10 horas de duración de la saga de 'El Padrino', pero también los 15 segundos de un TikTok. Es lo que nos gustaría pasar con los que ya no están. Es un atardecer en la playa, o la lluvia en el campo. El tiempo es recorrerte en coche España de sur a norte y de oeste a oeste, un atasco entrando a Madrid, o un paseo bordeando el mar en Cádiz. El tiempo son los 90 minutos de una final de Champions o las horas que dura una procesión. Los minutos de un discurso con un auditorio lleno o lo que dura un recuento electoral. Son los segundos que transcurren desde que estamos deseosos de saber una noticia, hasta que la sabemos y nuestro estado de ánimo cambia. El tiempo son los minutos al día que dedicamos a ayudar a los demás, aunque no queramos hacerlo y son también los que dedicamos a nosotros mismos.
Es todo eso que hemos vivido y no podemos atrapar a excepción del recuerdo en forma de unas cuantas fotografías y vídeos. Es un regalo de Dios que tenemos el deber de emplear con criterio. Por eso, en este 2023 que comenzará en unos días, el mejor regalo, por encima del Gordo de Navidad, es aprender a optimizar y usar el tiempo inteligentemente. Porque esa es la única manera de poder invertirlo en lo que, verdaderamente importa.
Y la clave, no está en invertir todo en el ocio y en el disfrute, sino en el equilibro. Dedicar lo justo a cada cosa para que cuando miremos atrás, el tiempo sea para nosotros un cuadro «impresionista»: lleno de colores y matices, de momentos distintos que se superponen. Porque no hay nada más reconfortante que invertir el tiempo en lo que nos gusta, pero conseguir que lo que nos guste también aporte valor. Ya que no podemos dominar el tiempo, se trata de que no nos domine él a nosotros. En ese propósito está la semilla de todos los que nos marquemos para el 2023. Porque sin tiempo, no podríamos hacer nada y, sin tiempo, no seríamos nada.
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