OPINIÓN
Referencias culturales
Hay lugares, como Andalucía, donde las tradiciones no son anécdotas, sino elementos que articulan el día a día de ciudades y pueblos
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Dicen que más allá de una fecha de nacimiento en el carné de identidad, lo que realmente une a una generación es tener referentes culturales comunes. Cuentan algunos que España se hizo a base de «Rin-Tin-Tin», «Marco y Heidi» o «Naranjito». También, incluso, ... de «Pokemon», «Nintendogs» o »FIFA» en un tiempo más reciente, entre otros muchos.
La «fiebre» por una determinada serie, icono, juego o videojuego, ha sido muchas veces un hecho que unía a personas diferentes. El fútbol, aunque a nivel de clubes genere odios y pasiones, sobre todo, en el ámbito de las selecciones nacionales, todavía mantiene mucho de eso. Si hay un hecho que muchos recordaremos siempre es haber visto a España ganar varias Eurocopas y, sobre todo, un mundial.
Sin embargo, cada vez existen menos referentes culturales comunes, porque el mundo que vivimos, sobre todo, debido a las redes sociales, está mucho más «atomizado». Los algoritmos de éstas, que premian la soledad y lo repetitivo, diversifican los gustos y hacen que, salvo canciones y artistas muy concretos, mi generación y las que vienen detrás tengan menos puntos de unión que otras anteriores. Hacen que, muy difícilmente, una familia al completo se una a disfrutar de algo.
En cambio, las costumbres de cada lugar son un elemento que, por su propia razón de ser, al pasar de generación en generación, pueden seguir uniendo personas y familias. Hay lugares, como Andalucía, donde las tradiciones no son anécdotas, sino elementos que articulan el día a día de ciudades y pueblos.
Las tradiciones en nuestra tierra son capaces de hacer que un lugar se vuelque durante una serie de días en un evento, y que personas muy distintas participen de ellas. El carnaval que ya pasó; especialmente la Semana Santa, cuyos ciriales ya asoman, así como otras señas de identidad del lugar del que somos, son el último bastión de los referentes que nos pueden unir. Y en un mundo tan solitario, dividido y enfrentado como en el que vivimos, no deberíamos, por ese motivo, nunca menospreciarlas, ni pasarlas por alto.