El pregonero
Este Domingo de Pasión, un buen amigo se subirá a las tablas del Gran Teatro Falla
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Afirma el dicho popular que solo entiende «una locura» quien comparte «esa pasión». Lo suelen emplear quienes son seguidores acérrimos de un equipo de fútbol y, también, frecuentemente, los cofrades.
Siguiendo esa lógica, es difícil que un profano en la materia entienda la magnitud que, ... para alguien que vive el mundo de las hermandades y cofradías con intensidad, supone ser el pregonero de la Semana Santa de su ciudad. De la misma manera que para muchos de nosotros es imposible imaginarnos qué representa para un valenciano que lo haya vivido desde la cuna, las Fallas y todo lo que las rodea.
El pregón de la Semana Santa, símbolo del Domingo de Pasión de la mayoría de localidades andaluzas y alguna que otra del resto de España, supone un honor inmenso, pero también un reto enorme para toda persona que lo tenga que afrontar.
Requiere, en primer lugar, de un prodigioso uso de la voz y de un importante dominio de la escena. Los pregones, en el fondo, son un género discursivo en el que se reflexiona, exalta o ensalza una cuestión concreta, pero en los que la «forma» de comunicarlo influye de manera trascendental. Un pregón puede estar maravillosamente escrito, pero si quien lo «da» no es capaz de transmitir, las palabras se las llevará el viento.
En segundo lugar, aunque la «forma» de declamarlo sea determinante, tiene que haber un fondo «sobre» el que trabajar. Lo complicado de redactar un pregón es ser capaz de conseguir una afinada combinación entre la prosa y el verso. Si la prosa manda en exceso sobre el verso, puede acabar convirtiéndose en un ensayo académico o en un texto periodístico, y que falte, como popularmente se dice, «pellizco». Si el verso manda sobre la prosa, pero es un verso facilón, redundante y que empalaga con palabras huecas y rimas consonantes, el resultado es igualmente malo. Como en casi todas las cuestiones de la vida, la clave está en encontrar el «equilibrio».
En tercer lugar, la coherencia como elemento que cierra el círculo. Es difícil pregonar aquello que no se conoce o ensalzar aquello que no se admira. Es difícil hablar de la Semana Santa si no se la conoce desde sus entrañas.
El pregonero de este año cumple esas tres cualidades. Por su profesión, nadie duda de su manejo de la voz y de la escena. Igualmente, llevar años «narrando» y contando las historias de nuestra Semana Mayor, hará que el contenido de lo que nos diga brote del corazón, pero esté perfectamente hilado y construido. Será, además, un pregón, con total seguridad, coherente con su vida como cofrade y sus vivencias.
Este Domingo de Pasión, un buen amigo se subirá a las tablas del Gran Teatro Falla. Las coplas de Carnaval que sonaban y que se perdían, disipándose, entre las esquinas del «Paraíso», hace escasamente un mes, se tornarán en las notas de solemnes marchas procesionales. Se subirá a las tablas un hermano en Cristo, y un «maestro» de la comunicación, especialmente de la radio. Se subirá a las tablas Don Fernando Pérez Cabrales, Fernando Pérez «el de Canal Sur» para muchos gaditanos.
Maestro por su gran trayectoria profesional en las ondas pero, también, por lo que a otros, como a quien escribe estas líneas, le ha enseñado: aumentar la vocación y el amor por el medio de comunicación más mágico que existe; la radio, siendo un espejo donde mirarse. Maestro, también, por ser una buena persona y amigo de sus amigos.
Por diversas circunstancias, algunos no podremos estar, y con la pena de la lejanía, lo seguiremos gracias a que las nuevas tecnologías permiten estar algo más cerca. Otro maestro, desde el cielo, seguro que lo estará viendo con su micrófono y con la almohadilla de Canal Sur Radio apoyada en su «eterno bigote».
Fernando, tuyo es el atril y tuya es la palabra. Desde el Falla, por una pantalla o desde el «Paraíso», te estaremos escuchando y deseándote