opinión
La política más pura
«Es en la política municipal donde todo lo malo anteriormente descrito suele aparecer en menor proporción»
En el mundo en el que vivimos muchos ciudadanos creen que la política vive únicamente de titulares grandilocuentes que llenan espacios informativos. Habrá quien crea que los políticos se han convertido en una suerte de cómicos pagados con dinero público que solamente buscan la notoriedad ... y cuya única responsabilidad es su propia relevancia mediática.
En paralelo a eso, se da la circunstancia de que las decisiones que se toman en los parlamentos –nacional o autonómicos– puedan parecer alejadas del día a día de los ciudadanos y sin reflejo tangible.
Los debates que allí se producen, en tono bronco, también, son considerados por muchos 'sketches' de una realidad paralela que hace que sea cual sea la temática de una comisión parlamentaria, acabe derivando en un debate polémico.
Sin embargo, aunque pueda parecer que la realidad es así, caemos con facilidad en la trampa de que paguen justos por pecadores. Generalizar es siempre un error, porque hay quienes, en política, trabajan para desarrollar una actividad legislativa o ejecutiva que mejore la vida de los demás. Personas que se toman en serio premisas tales como que «la política es una de las formas más alta de caridad que puede alcanzar el ser humano», que es «la herramienta más rápida para mejorar nuestro entorno cercano» o que «en cualquier obra benéfica solemos ayudar a cientos de personas, pero en política, si nos lo proponemos, podremos ayudar a miles e incluso a millones».
No importa el estatus. Desde un Presidente del Gobierno, hasta el concejal de un pueblo de unos cientos de habitantes, pasando por diputados u otros cargos, pueden hacer esa labor con la misma dignidad. La política, no hay duda de que es una cuestión de cargos y de ideas, sin embargo, es, sobre todo, una cuestión de personas que la ponen en práctica.
Es en la política municipal donde todo lo malo anteriormente descrito suele aparecer en menor proporción. Y es que, en un municipio, necesariamente tiene que existir un reflejo real entre el ejercicio de la política y el resultado, porque el ciudadano lo ve con sus ojos.
Son, además, los alcaldes y concejales de municipios pequeños los que, a veces, a los que juegan en primera línea, les recuerdan cuál es el sentido de todo esto: conseguir que en el tiempo que estés, la administración a la que representas haya mejorado.
Es este tipo de política la que nos permite creer que es posible reconocer que el adversario lo puede llegar a hacer bien, aunque su ideología, en principio, sea distinta. Es este tipo de política, la municipal, la que ha servido de tamizador para que muchos partidos que funcionaban más como agencias de publicidad que como partidos con vocación de gestión y militantes, acaben cayendo en la irrelevancia.
Tanto es así que otros ámbitos de la política, a pesar de vivir en la época de la fiebre de las redes sociales, están intentando copiar el carácter afable y cercano de los alcaldes para otros niveles. La política autonómica y la nacional está intentando hacer el esfuerzo de pisar la calle, porque ha reparado en que al ciudadano le gusta que le miren a los ojos y le digan las cosas de tú a tú.
Por tanto, ahora que, en el horizonte, al fondo, se vislumbran unas elecciones municipales en todo el territorio español, ahora que empieza a haber movimientos y bailes de sillón, es momento de recordar que, por mucho que los cantos de sirena nos puedan engañar, la política municipal es muy fácil de evaluar: buena gestión es sinónimo de resultados. Solo hace falta dar un paseo por Cádiz para ver cómo el único resultado es la suciedad, el abandono y la decadencia. No habrá campaña electoral, por tanto, que llegado el momento, pueda tapar eso.