OPINIÓN
No lo pillan
Como con otras causas, no entienden que cada individuo, cada joven en este caso, es un ser único e irrepetible, aunque pueda tener coincidencias por edad o cualquier motivo con otras personas
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En la previa de la «Semana Europea de la Movilidad» en la que estamos, el Gobierno central aprovechaba el jueves pasado para presentar una campaña para fomentar el uso del transporte público. Una campaña que, aún en pleno caos ferroviario, ha sido muy comentada por ... dos motivos esencialmente.
El primero, porque en una situación de constantes averías, retrasos, cancelaciones, precios prohibitivos o saturación en el sistema por falta de plazas, parece un chiste que el Gobierno lance este cañón de propaganda, en vez de dedicar sus esfuerzos a mejorar el servicio. El segundo, por el tono que utiliza que, aunque pueda parecer de humor, demuestra que este Gobierno está más preocupado por dividir de manera artificial a los españoles para seguir sobreviviendo que por mejorar nuestra vida. Y es que casi nadie conoce a alguien que por la mañana tenga que elegir entre ir en Lamborghini o en transporte público para trabajar o estudiar.
Muchos opinadores han señalado también que la campaña se dirige especialmente al público más joven siendo, en principio, poco lógico por otras dos razones: por un lado porque es esta generación, la mía, la que por la cantidad de desplazamientos que hace, más usa este tipo de transporte. Por otro, porque si, por lo general, muy pocos españoles tienen dinero para vivir en el dilema diario de «Lamborghini o bonobús», los jóvenes, que no paran de perder poder adquisitivo, aún menos.
Por eso, por lo absurdo de la campaña, da la sensación de que esta es otra cortina de humo más del Gobierno para tener a la población entretenida, y que nos olvidemos de otros escándalos más graves que rodean a este Gobierno. O que, incluso, hablando de transporte, pongamos el foco en la anécdota y no en lo grave: un sistema cada vez más deficiente y que es reflejo de la gestión decadente de estos años de Pedro Sánchez en la Moncloa.
Quizá, por esto, por ser otro elemento de distracción, en principio, lo inteligente sería evitar hablar de la campaña y no picar el anzuelo. En cambio, yendo más allá, y retomando el guiño «joven» de ésta, sí que es interesante hacer una reflexión. Y es que, la generación joven se ha convertido más que nunca en un «cliente» electoral al que este Gobierno hace permanentemente guiños de propaganda vacía. Sin embargo, para que esos guiños funcionen en su totalidad, los jóvenes tienen que funcionar como un colectivo compacto y estanco. Como un grupo uniforme y homogéneo que esté cortado por el mismo patrón marcado por el PSOE actual y sus socios.
Esto es así por una sencilla razón: porque si cada joven actuase como una persona con conciencia propia, como un individuo único y con particularidades propias, sería imposible empaquetarlo en un cajón prototipado y etiquetado. Por tanto, sería imposible hacer una regla general para comprar voluntades y, por extensión, conseguir votos. Las características comunes que persigue este Gobierno para la juventud son: formación aparentemente abundante pero inconsistente, dependencia total del Estado para desarrollar su proyecto de vida, así como una preocupación vital por problemas de orden mundial muchas veces irreales y dramatizados. Todo eso cocinado con un toque de irresponsabilidad, gusto por la cultura edulcorada y desconexión de ciertos valores esenciales.
Los que dedicamos nuestro tiempo a la construcción de una alternativa al Gobierno que ahora tenemos y, además, somos jóvenes, deberíamos centrar también parte de nuestros esfuerzos en impedir que Sánchez y sus socios definan qué joven es bueno y cuál no, evitando jugar en el terreno que nos marcan. En definitiva, que hablen por cada uno de nosotros. Y es que, como con otras causas, no entienden que cada individuo, cada joven en este caso, es un ser único e irrepetible, aunque pueda tener coincidencias por edad o cualquier motivo con otras personas. Se ve que eso no lo «pillan». Nuestra labor es conseguir que el resto de los españoles la próxima vez que haya que votar, sí que lo «pillen».