OPINIÓN
Con permiso
¿Sería Rafa Nadal lo que ha sido para España y el mundo si su carácter fuera el de una persona insoportable?
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Con permiso, una semana más, estas líneas se cuelan en este periódico y en la mente de quienes las leen. Con permiso, esta vez, vienen a recordar ilusiones pasadas de una generación que empezó a tener recuerdos en el mundial de Corea y Japón, viendo ... por primera vez a Casillas hacer milagros, pero también empezando a saber lo que era la decepción. Decepción que se consumó años más tarde, en 2006, en tierras alemanas, ahora conquistadas, cuando la Francia de Zidane nos eliminó. Estas líneas vienen a recordar también el momento en el que empezamos a creer. Porque en Austria en 2008 y hasta 2012, comenzó algo que parecía que nunca volvería y que 'Informe Robinson' nos contó a la perfección.
En 2008, 2010 y 2012, las tardes de junio y comienzos de julio eran tardes de calor, de últimos exámenes y comienzo del verano pero, sobre todo, de ilusión. En familia y con amigos. Esa ilusión en 2014, 2016, 2018, 2021 y 2022 pareció haberse esfumado. Volvíamos a ser la nación que se estrellaba contra el muro de las eliminatorias. Pero este año, 16 después de la final de Viena, todo ha vuelto a empezar.
Si al fútbol, sumamos el tenis y el resto de deportes, hay un hecho indiscutible: que en un momento de tensión política en la sociedad, en el mundo en general, y en España en particular, el deporte nos une. Nos hace sentirnos orgullosos de todo aquello que nos representa y eso es, a veces, muy necesario. Aunque algunos quieran utilizarlo también para dividir.
Y para que ese clima de unión sea una realidad, las figuras deportivas que nos representan, deben ser un ejemplo de normalidad, de querer también con su carácter, unir. Porque si provocan división, tensión, irreverencia o chulería, sus victorias pueden llegar a ser, a veces, contraproducentes. ¿Sería Rafa Nadal lo que ha sido para España y el mundo si su carácter fuera el de una persona insoportable? Evidentemente no. Habría generado afinidades y odios a partes iguales, a pesar de su indiscutible calidad como tenista y, en ningún caso, este país se habría unido alrededor de su figura.
Por suerte, tanto 'Carlitos' Alcaraz, quien ha cogido el relevo de ilusionarnos con una raqueta, como los jugadores de esta Selección Española de Fútbol y quien los conduce, son, a rasgos generales, así. Personas normales, que expresan sus opiniones con naturalidad, sin sobreactuaciones y sin generar tensiones innecesarias. Personas que no renuncian a sus orígenes y a sus creencias, sean cuales sean, pero que no pretenden imponerlas.
Porque más allá de que, evidentemente, los que no ocultamos nuestra fe, empaticemos con la manera de ver la vida de Luis de la Fuente, nuestro «Ancelotti riojano» y piedra angular de este éxito o de jugadores como Rodri, lo que nos hace empatizar más con ellos es que no utilizan ese distintivo para dividir, sino como algo que les aporta en su vida diaria y para ser mejores con los demás.
Y esa tranquilidad, esa elegancia, esa normalidad, esas buenas maneras, las del «Con permiso, buenas tardes», de Cristian, el camarero 'viral' de estas últimas semanas; son las que tendríamos que preferir en todos los ámbitos de nuestra vida. Buenas maneras que no significan no tener principios, callar siempre y ser un muermo, sino saber en cada lugar cómo actuar, intentando unir, frente a dividir. Buenas maneras como las de una jugada limpia en el fútbol que acaba en gol o como las de un golpe que entra plano sobre la red en el tenis y levanta el aplauso de la grada que estaba, en silencio, con todo el respeto, esperando ese momento.