OPINIÓN

De lo pequeño a lo grande

Y es que, como si estuviéramos haciendo un puzle con piezas desperdigadas, debemos desconfiar siempre de quien nos diga que, en solo un movimiento, lo resolverá entero

Aunque quienes han estudiado ciencias políticas suelen afirmar que el 'populismo' es un fenómeno más complejo de lo que en principio pensamos, para el resto de los mortales, una de las características por las que reconocemos este fenómeno es el hecho de proponer soluciones simplistas ... a problemas muy complejos. Es decir, el 'cuñadismo', para un español medio, podría ser, por deducción, una forma particular de populismo. Y es que, aunque un cuñado no busque mover grandes masas de población, sí es habitual que presente soluciones sencillas a problemas complejos.

Bromas aparte, si rascamos en ambos 'ismos', podemos llegar a la conclusión de que tienen un elemento en común: su carácter infantil. Es decir, manejan la realidad con la imaginación y la falta de racionalidad con las que la trataría una persona que aún no está formada de manera completa. Un carácter infantil que, con la falta de responsabilidad de quien no parece tenerla, les permite no tener ningún tipo de complejo en inventar y engañar.

Esta actitud de transmitir la realidad a los ciudadanos como si fuesen menores de edad la vemos frecuentemente en los regímenes autoritarios de la izquierda caribeña; por ejemplo, Venezuela. La vemos en quienes dirigen partidos que buscan sumar, pero que realmente acaban restando y, por supuesto, en quien encabeza este Gobierno y en sus ministros. La vemos, en definitiva, en todos aquellos que dibujan la realidad con un trazo tan grueso que parece un dibujo de un párvulo que acaba de aprender a pintar. Algo que pasa, a veces, sin importar la ideología defendida.

Además, estos 'infantilizadores' de la realidad suelen tener víctimas favoritas, centrándose en grupos de personas que tienen una o varias demandas concretas. Una de esas víctimas habituales somos los jóvenes, a quienes se nos trata, a veces, como personas sin criterio, irresponsables y sin conocimiento ni pensamiento propio. Sin embargo, nos convertimos en víctimas no solo por esa caricatura descrita, sino también, porque no se nos habla de nuestros retos con rigor, con la realidad sobre el papel y sin engaños. Un ejemplo de esto son las soluciones políticas para resolver el reto de la vivienda.

Para desenredar este desafío, tremendamente complejo y lleno de aristas, hay quienes proponen respuestas fáciles y simplistas, con las que prometen que, rápidamente, cualquier problema de vivienda que tengan los jóvenes se solucionará. Propuestas que siempre pasan por limitar, por restringir, intervenir y cargar sobre el ciudadano inocente la responsabilidad que el Estado tiene. El resultado suele ser el fracaso y la posterior frustración de quienes esperan una solución.

Frente a esto, la alternativa debería ser entender y explicar que los grandes problemas, como el de la vivienda, se resuelven únicamente descomponiéndolos en pequeñas partes e intentando solucionar cada una de ellas, de manera coherente con el resto, pero de forma separada. Justamente como nos decían en clase de filosofía que proponía Descartes. Pocos son, por tanto, los que explican a los jóvenes y al resto de los españoles las variables que realmente influyen en cada tema que les preocupa. Menos aún, los que intentan desgranar cuáles son las pequeñas grandes soluciones que pueden ir mejorando sus retos.

Y es que, como si estuviéramos haciendo un puzle con piezas desperdigadas, debemos desconfiar siempre de quien nos diga que, en solo un movimiento, lo resolverá entero. Sencillamente, sería imposible. Para solucionar los retos de nuestro tiempo, habitualmente, se trata de ir colocando cada pieza en su lugar, evidentemente sin equivocarnos poniendo una errónea, pero siempre avanzando y sin correr demasiado. Entendiendo, en definitiva, que, con pequeñas y certeras acciones, podremos, sumándolas, hacer grandes cosas.

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