OPINIÓN
Murales en la pared
Y quizá sea, en algo tan simple como un vistazo rápido a esos murales, donde encontremos muchas claves del resultado electoral del domingo y de la evolución del voto en ese territorio
La tarde de ayer parecía una tarde cualquiera de un domingo de primavera bilbaíno. Con más sol y calor de lo habitual. En cambio, a la sombra encontrábamos un frío no apto para personas acostumbradas al clima del sur. No era un domingo normal, sino « ... electoral».
Los pasillos de uno de los colegios habilitados para votar, situado en cerca del «Ensanche», estaban iluminados con una luz tenue que, entre claroscuros y sobre las paredes permitían ver distintos murales hechos por alumnos.
Hace unos años, no mucho más de diez, en casi toda España, si entrabas en un colegio, los murales que veías solían ser normalmente sobre materias concretas, desde conocimiento del medio hasta lengua, pasando por historia. Esos murales, didácticos y basados en información más o menos objetiva, se entremezclaban con alguno disimuladamente relacionado con valores menos teóricos. Sin embargo, ayer llamaba la atención que la totalidad de los murales del colegio descrito en estas líneas, respondían únicamente a dos tipos de contenido: nacionalismo identitario o temáticas relacionadas con la mal llamada «agenda progresista» como consejos para el «uso del lenguaje inclusivo».
Y quizá sea, en algo tan simple como un vistazo rápido a esos murales, donde encontremos muchas claves del resultado electoral del domingo y de la evolución del voto en ese territorio. Algunos jóvenes y adolescentes suelen rebelarse contra el sistema, y contra los contenidos aprendidos con cierta edad. Sin embargo, pocos son los que se rebelan contra aquello que aprendemos cuando prácticamente no tenemos conocimiento sobre nada. Es decir, es en las etapas más tempranas donde forjamos nuestra personalidad. Somos, en ese momento, una hoja en blanco por rellenar. Pasado el tiempo, por mucho que se intente borrar esa hoja, a la larga, siempre quedará algo de tinta.
Es por eso que, aunque desde otros puntos de España nos cueste entender el apoyo de un importante porcentaje de la población vasca a partidos como Bildu, viendo los valores que representan esos murales trabajados desde la más tierna infancia, podemos comprenderlo algo mejor. Porque si existe un partido que cumple con esa condición vasca, y con esos valores seleccionados que te han enseñado e inculcado desde pequeño, tiene cierta lógica que lo votes cuando, además, quienes gobiernan tratan de que olvides que su líder fue miembro de una banda terrorista que asesinaba sin piedad. Y es que, la historia de ese líder, nadie la enseña en un mural, ni queda grabada en la pared para que cuando, entre clase y clase, te pares en el pasillo a entretenerte, la puedas ver. Tampoco, seguramente, encuentres murales con Gregorio Ordóñez o Miguel Ángel Blanco.
Si a eso sumamos, que las casi 200.000 personas que sufrieron de manera más directa las extorsiones, amenazas y asesinatos de la banda terrorista a la que perteneció el «hombre de paz» que dirige ese partido, ya no viven en ese territorio, las incógnitas de estas elecciones se despejan casi en su totalidad.
Dejando a un lado, aunque no sea cosa menor, la cuestión del pasado terrorista, y quedándonos con el componente separatista, muy seguramente, si entramos en la mayoría de colegios de Cataluña que dependen directamente de la Generalitat, los murales que encontraremos tengan esas dos componentes también: nacionalismo identitario y agenda de temas en los que la izquierda se mueve como pez en el agua. Esto último, algo cada vez más común en toda España.
Mientras que muchos nos obsesionamos con hacer campañas ingeniosas, lemas pegadizos, o escribir discursos llenos de golpes épicos, otros seguirán hilando fino para que las paredes estén llenas de ese tipo de murales. Murales que explican la deriva de una sociedad que parece enfrascada en la paja en el ojo ajeno y se olvida de la viga que está atravesando sus entrañas. Murales que, junto con el ocio y la cultura, a veces, son más determinantes de lo que pensamos para, a largo plazo, ganar elecciones y gobernar con el voto de los jóvenes.