opinión
La mota de polvo
El problema es que una mota de polvo nos hace creer que la habitación está sucia
Las vacaciones de verano suelen ser un tiempo sin aparentes preocupaciones y pensado para descansar. Es una regla general, aunque siempre hay excepciones, al haber personas que, por desgracia, no pueden desconectar.
Quien puede permitírselo planea, usualmente, viajes idílicos, escapadas de ensueño o días de ... relax. Sin embargo, no todo siempre es perfecto. De repente, en un segundo, por una decisión o casualidad, las vacaciones que llevamos tiempo planeando se puede torcer de manera, aparentemente, irreversible.
Un tren o avión que se escapa. Un transporte completo al que no podemos subir y que nos retrasa. Un alojamiento reservado que no cumple con las expectativas o que, directamente, es una estafa. Objetos valiosos que olvidamos en algún lugar o que perdemos. Restaurantes llenos que nos impiden disfrutar de la gastronomía de un lugar.
En definitiva, situaciones imprevistas que rompen nuestra burbuja de paz y descanso. Unas vacaciones esperadas todo el año, pueden convertirse en una auténtica tortura si nos centramos en esos pequeños detalles que cambian nuestros planes.
Esos aviones que se escapan, trenes a los que nos llegamos, imprevistos que cambian nuestra planificación, son la imagen metafórica de otras cosas que suceden en nuestra vida y que la alteran. Porque, a nadie se le escapa que en la vida, las cosas no siempre salen como nos gustaría. En mayor o menor medida, nuestra vida va tomando senderos por los que muchas veces no teníamos pensado andar.
Efectivamente, hay contratiempos difíciles de afrontar; golpes irreversibles que sí que llevan aparejados situaciones comprensibles de estrés, ansiedad, incertidumbre y tristeza. Sin embargo, en ocasiones, le damos trascendencia a hechos que, en el fondo, no la tienen. Hay imprevistos que, aunque puedan parecer un engorro, no tienen la gravedad que pensamos y que, a la larga, vemos como anécdotas. Anécdotas de las que, incluso, nos acabamos riendo.
El problema es que, a veces, los árboles y sus ramas, nos impiden ver el bosque. El problema es que una mota de polvo nos hace creer que la habitación está sucia. Y en absoluto es así. El bosque no es como pensamos y, a menudo, está lleno de luz. La habitación está limpia, pese a lo que podamos imaginarnos.
Por eso, y salvando situaciones de verdadera gravedad, la capacidad de ver el lado bueno de las cosas y no agobiarnos en momentos de tensión es una capacidad a la que todos deberíamos aspirar. Quien consigue encarar los problemas con mesura, tiene la mente más clara para pensar.
Es útil para todos los ámbitos de la vida: familia, trabajo, amigos, relaciones sociales. En momentos de responsabilidad y de ocio. Esa templanza, es fundamental también en política.
Esa serenidad no se construye sola, sino que es fruto de un aprendizaje permanente tras diferentes caídas y pequeños golpes del camino que recorremos a lo largo de nuestra vida.
No se trata de caer en el relativismo, de que las cosas nos den igual. En absoluto. Se trata de aprender a manejarlas con inteligencia y audacia, pudiendo resolverlas de manera pragmática y efectiva.
Si somos capaces de no ver las motas de polvo, de encarar los contratiempos con filosofía, viendo las enseñanzas y oportunidades que pueden extraerse, en vez de solamente, las amenazas y debilidades, seríamos más felices y, a la larga, nos iría mucho mejor.
De nuevo, este verano, es un perfecto momento, para empezar a aplicarlo.