OPINIÓN
Mirar más alto
Sabemos transmitir muy bien a otras personas todo lo relacionado con el turismo de «sol y playa» pero, sin embargo, obviamos contar esa parte cultural de la que disponemos
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El primer año de carrera, tuve un profesor que nos decía muy a menudo que, al andar por cualquier municipio, elevásemos nuestra mirada y observásemos la parte alta de los edificios. De esa manera, como era obvio, entenderíamos mejor la ciudad que si fuésemos mirando ... al suelo. Desde entonces, cada vez que visito un nuevo lugar recuerdo a este profesor y procuro mirar hacia arriba. Y no hay duda que, mirando más alto se ven inmensidad de cosas inimaginables. Es imprescindible, para no perdernos detalles, mirar hacia arriba si visitamos Nueva York, la «City» de Londres o el distrito La Défense de París, lugares del mundo occidental característicos por sus edificios en altura. También, seguramente, sea impresionante hacer lo mismo en Shangai, Hong Kong o Singapur, y en las ciudades ubicadas en pleno desierto llenas de rascacielos en Oriente Medio.
Aunque pensemos que en las ciudades históricas no hace falta mirar hacia arriba, es fundamental mirar en ellas más allá del suelo. Roma, Viena o Burdeos tienen mucho que ofrecernos a través de sus cúpulas y remates de los edificios. En Cádiz, mirar al cielo siempre es buena opción: por su tonalidad azul intenso durante el día, por el reflejo del Atlántico o durante el atardecer rojizo desde La Caleta o Cortadura. Pero también, mirar al cielo de Cádiz, a los pies de su Catedral, nos permite ver sus imponentes torres; en la calle Ancha, los detalles de las columnas del balcón del Palacio de Mora o, en cualquiera de sus plazas, observando las torres miradores, una de nuestras señas de identidad.
Quienes visitan la ciudad o la provincia lo hacen buscando lo que todos ya sabemos: gastronomía, sol, buen ambiente y playas incomparables. Una parte de estos «peregrinos» vienen buscando específicamente lo que esta provincia ofrece a nivel cultural y la arquitectura de nuestras calles es uno de los puntos más fuertes de ese patrimonio cultural. En el caso particular de la ciudad de Cádiz, su peculiar arquitectura con la influencia «de ida y vuelta» iberoamericana hace que, dentro de ese «tesoro» que tenemos, quienes nos visitan tengan obligadamente que mirar hacia arriba para disfrutar de «nuestro rinconcito al sur» en toda su totalidad.
Es curioso que muchos de nosotros, a veces, no seamos conscientes de ese patrimonio que ofrecen nuestras calles. Sabemos transmitir muy bien a otras personas todo lo relacionado con el turismo de «sol y playa» pero, sin embargo, obviamos contar esa parte cultural de la que disponemos. Quizás, puede, que por desconocimiento propio, porque cuando andamos por Cádiz no nos fijamos tanto en sus fachadas sino que andamos mirando a otros lugares. El hecho de no reconocer nuestra propia riqueza, puede hacer que no sepamos proyectar a los que nos visitan, la conciencia necesaria para que entiendan el lugar que están pisando y para que no se conviertan en el tipo de visitante de los que las ciudades pretenden evitar.
Y es que, aunque las administraciones intenten, con buena intención, promocionar o apostar por el turismo cultural, si nosotros en nuestro día a día no damos ejemplo, y lo que promocionamos en nuestros perfiles de redes sociales, o en una conversación con amigos, es simplemente lo lúdico, estaremos contribuyendo también a esa masificación turística de la que tanto nos quejamos. Por tanto, sería interesante que, si en Cádiz queremos contribuir a que haya un turismo de calidad y no de cantidad, todos, formemos parte de esa estrategia y comencemos a mirar, en vez del suelo, un poco más alto. Así, conoceremos los tesoros que tenemos en nuestra mano y podremos transmitirlos mejor a los demás. Y, además, cada vez que salgamos a nuestras calles, descubriremos seguramente imágenes y perspectivas que nos harán sentirnos «pequeños» visitantes en un Cádiz que siempre nos impresionará.